viernes, 19 de diciembre de 2014

¡FELIZ NAVIDAD 2015!


         

          Para un escritor, todos sus lectores son un poco sus amigos, un poco sus colaboradores, un poco sus admiradores, un poco sus aliados..., por tanto, como significáis tantas cosas para mí, quiero desearos estas navidades que seáis muy felices, que disfrutéis al máximo de estas fiestas en compañía de todas las personas que amáis, y que jamás os alejéis de mi....., gracias de todo corazón a los que hacéis que todas estas letras valgan la pena.

¡FELICES FIESTAS A TODOS, Y FELIZ AÑO NUEVO 2015!

 

jueves, 6 de noviembre de 2014

LA INCREIBLE LEYENDA DE LA BUZZE IV



          Según los expertos, el criptograma del mapa arrojado aquel día por Levasseur, indicaría dónde se halla su tesoro, que se empeña en conducir a los hombres al barranco Ay, en la isla de Reunión. El texto traducido literalmente con poco orden de palabras y letras, empuja de un modo emocionante a entrar en el reto de seguir sus inexactos datos ocultos:

En primer lugar un par de Triskelion paloma
  Segundo curso está en el cuerpo de la cabeza del caballo
  A tensos tuyo cuerda toman una cuchara
  Miel o de lo contrario hicieron un ungüento
  Ponga un poco en la base del corte de la pared
  Has esperado durante 2 fortunas que se ejecuta en las paredes
  Elimina medio sag cuidadosamente
  Para recibir una y moldeado mujer que acaba de limpiar
  Es la calle de viajeros de profunda pista delgada está destinado para ti
  Lugar aparente pins movimiento se proporciona felicidad importante
  Ojos y la nariz de un perro que es lamentable levantaron la pata
  La gestión bien tiro mar y calle de las mareas
  La muerte es un ser que se encuentra femmel
  Sabía yo a ser la ansiedad es mucho
  En el estrés es un hombre del sueño
  Está todavía / quejarse no es mi costumbre
  Una de las dificultades es merecida y decisiva
 

            Pero para interpretar los versos del documento criptográfico, antes necesitamos conocer un poco de los hechos que ocurrieron en la isla alrededor de aquella época, y
posteriormente, ya que éstos serían relevantes para que Levasseur pudiera llevar a cabo el enterramiento que ayudó a nacer la leyenda.
 
            Los primeros colonos llegaron a esta zona hacia 1665, dirigidos por Etienne Regnault, que descubrieron que Saint Denis proporcionaba un mejor lugar de anclaje que Saint Paul, pero las montañas que separan ambos puntos, exigían trabajar con voladuras en el terreno, y cuya ruta discurría al pie del acantilado. Este proyecto fue hecho por el Sr. Dumas en 1730, y mejorado años más tarde, en 1767, y acabado en 1775 por el Sr. Cremont, que llevó a cabo una pavimentación del acceso, que aún hoy día se puede contemplar, después de más de 225 años. Esta ruta fue financiada por personajes como Bernardín de Saint-Pierre y Borys de Saint Vincent realizando el conocido camino de los ingleses, que se inicia en un lugar llamado campamento Magloire, situado a los pies del camino de la montaña. La primera parte de esta ruta, lleva al Gran Barco, ofreciendo magníficas vistas del océano y el puerto, la segunda parte conecta Gran Barco con San Bernardo, situado en la montaña.

            Se cree que Olivier Levasseur, pudo estar involucrado dentro de un ideal político social conocido como Libertalia, ideal que ya protagonizaron piratas como Misson, y que consistía en una especie de autogobierno, donde la libertad y la hermanación entre piratas arrepentidos, era la base de sus pretensiones. Este ideal de hermandad, habría estado relacionado de un modo importante con la importación a la isla, desde Europa, de los ideales masones (recordemos que por estas fechas ya están arraigadas en Francia el espíritu de la Ilustración y la llama de la Revolución Francesa), y sobre los que estuvo investigando Adrien Ateo, experto en culturas antiguas. Por lo tanto, se está casi seguro de que Levasseur habría tenido relaciones con la masonería, que habrían influido en él, y consecuentemente en la creación de su mapa y sus símbolos herméticos.


             La masonería, según tenemos constancia, se instauró oficialmente en el océano Indico hacia 1778, con especial fuerza en la isla de Mauricio. Sin embargo, Olivier fue ahorcado en 1730, por lo que en un principio, no podía conocer los códigos de la francmasonería… ¿o quizá sí los conocía? Investigaciones posteriores han confirmado que las fechas en que la masonería funciona en las islas del océano Indico son muy anteriores a 1730, habiendo recibido conocimientos de los antiguos constructores de catedrales hace muchísimo tiempo, y que se habrían aplicado especialmente a la arquitectura empleada en la marina de guerra. Todo parece indicar que Levasseur conocía ya el código masón, y algunos de sus caracteres aparecen en su supuesta tumba, coincidiendo con los que muestra el código del documento.

            Algunas interpretaciones comparan los ideales de los Hermanos de la Costa, con los códigos de la francmasonería, en cuanto a libertad y unión entre los miembros, reflejado en el modo en que elegían a sus líderes, y en cómo vivían. Sin embargo, esto no confirma con suficiente peso, que Levasseur fuese un capitán masón. A pesar de ello, sabemos que en 1777 aparece fundada una logia masónica en la isla de Saint Paul, y posteriormente otras, como la de la isla francesa de Bourbón, en donde aparecen masones desde 1735, que tenían contacto con los que viajaban en barcos mercantes o de la marina real. Entre los masones más prestigiosos estaba el gobernador general de las islas de Francia

            Otro de los datos históricos importantes que necesitamos conocer, se basa en el llamado “camino de los ingleses”, que es una vía de comunicación construida entre 1730 y 1732, bajo la dirección de Bertrand de Labourdonnais, la autoridad de la isla de Mahé, con objeto de servir de enlace a través del macizo de la montaña, que unen el norte y el oeste de la isla. Es el camino más antiguo que se conoce, pues antes de 1730, solamente se podía acceder por la costa en barco, y recoge un trazado de unos 8 km, que permite unir a través del Camp-Maglorie, el pueblo de Saint-Bernard con la montaña, circulando por encima del acantilado. Después de haber hecho un primer recorrido por la costa, los empresarios hicieron un trazado del camino, que fue pavimentado bajo la dirección del oficial Crémont, que lo dio su nombre. Casi 240 años después de su fabricación, el camino está casi todo intacto, salvando los tramos en que se hallan algo descolocadas sus grandes losas de basalto, colocadas por innumerables esclavos de la época. La ruta del camino cruza el barranco Ay, nombre heredado del intento de asesinato del gobernador La Hure por los esclavos en 1672, por lo que se cree que Levasseur usó este camino en su antiguo trazado, para ocultar en el barranco su tesoro.
 
"Camino de los ingleses"

            El “camino de los ingleses” es una pieza clave en la interpretación del criptograma de Levasseur. Los británicos lo utilizaron para invadir la isla de Bourbón, durante las guerras napoleónicas que marcan la guerra anglo-francesa en 1810, momento en el que llegan a Saint Paul, y se enfrentan a las tropas borbónicas desde lo alto del acantilado, contra los voluntarios que se hallaban acuartelados en la Redoute. Su posición estratégica les confirió una ventaja decisiva en la batalla, que se prolongó hasta 1815. Debido a los hechos acaecidos en este lugar, muchos amantes de la Historia han aterrizado por estos parajes en busca de objetos de colección o curiosos, no siendo casualidad que hayan aparecido monedas antiguas, pistolas de chispa o viejas dagas militares.

            A lo largo de mucho tiempo, hallamos momentos y personajes que han intentado hallar el tesoro de Levasseur, basados en las señales repartidas por la zona, y en los documentos que han ido apareciendo poco a poco en diversos lugares. La mayoría está convencido de que el tesoro está ahí, oculto y enterrado por el pirata, y que solo hace falta investigación, paciencia y suerte para dar finalmente con él, teniendo en cuenta que se ha valorado aproximadamente en unos 4,5 millones de dólares actuales. Desde 1923, llevan apareciendo notas y manuscritos que acercan a sus interesados cada vez más a la solución del enigma.
 

Barranco "Ay"

            En 1934, el diario Milwaukee Journal realizó una entrevista al escritor y conservador de la Biblioteca Nacional de Francia, Charles de la Ronciére, el cual reveló que había sido consultado sobre la existencia de un mapa del siglo XVII archivado en sus fondos bibliográficos, que contenía un criptograma importante. Charles contó que había conocido a la señorita Savy, la cual había hallado en 1923, en su finca privada de la isla de Mahé, en las islas Seychelles, unas piedras con iconos marcados, y que aparecían dibujadas en el mapa de Levasseur coincidiendo con los dibujos. A raíz de la publicación de la noticia, se desató una auténtica moda entre los cazatesoros, que comenzaron a montar empresas para hallar el legendario enterramiento.  


            El estudio de los puntos de superposición y los vectores identificados en el criptograma, llevan al barranco Ay. En el documento se han podido contrastar los diversos elementos que coinciden de manera exacta con la geografía, el diseño de la quebrada, el puente sobre el barranco, así como la ruta aproximada del trayecto que se realiza por el camino pavimentado por Crémont. Pero no es lo único. Roundabout cae justo por encima del punto más bajo de la trayectoria Crémont, antes de 1767, cuando se comenzó a pavimentar, donde indica que hay una “piedra” hacia el lado norte, indicando con una “/”que hay un puente de madera, un baúl, un árbol, un puente de cuerda en el fondo de la quebrada… De acuerdo con otro símbolo, reza “puente que cruza la falla étanconné mal”. Las marcas halladas en las piedras del camino Crémont, como una cruz templaria de traza masónica, tallada en la roca, demuestran que los masones participaron para allanar el camino que se estaba arreglando, pues Crémont era masón al igual que otros personajes influyentes del momento que estuvieron relacionados con la creación de la ruta. La colocación de la piedra hace referencia a los conocimientos que se tenían sobre el arte de la logia, y es relevante para desvelar el misterio.

           

domingo, 5 de octubre de 2014

LA INCREIBLE LEYENDA DE LA BUZZE III


El capitán Levasseur amarra a la nave portuguesa, cuyas armas son inferiores a las ofensivas del barco pirata Cassandra. Olivier Levasseur toma el mando del Nuestra Señora del Cabo, se dirige a tierra llevando prisionero al virrey de la India, conde de Ericeira, en unión de otros hombres, y exige un importante rescate por su persona en millares de dólares. El gobernador de la isla de Bourbón, Mister Desforges-Boucher, asesorado por un antiguo pirata, Congdom, que sabe en qué consiste el asunto, prepara una pequeña suma para recuperar la vida del virrey, pero la cantidad no satisface a Olivier, que piensa que se trata de una burla. Ante la negativa a entregar suficiente rescate, Levasseur se hace con el tesoro del navío portugués, en el que figuran más de 10 kg. de diamantes, abandonados por el virrey y su tripulación. Levasseur, nuevo capitán del Nuestra Señora del Cabo, distribuye a sus hombres por el barco, y bautiza ésta nave con un nuevo nombre, El Victorioso. Después de tomar cabo Blanco, navegan hacia la bahía de Saint Paul donde abordan el navío Ciudad de Ostende. Toman el curso de Delagoa Bay (hoy Maputo), donde toman la fortaleza secuestrando al hidrógrafo holandés Jacob Bucquoy, antes de dirigirse hacia Mozambique y Madagascar, para realizar nuevos ataques, ambos capitanes por su cuenta, antes de separarse.  


La Buzze lleva su nuevo barco mar adentro. John Taylor navega en el Cassandra, hacia el puerto de Saint Paul, al que se une el anterior cuatro días más tarde tras pasar el barranco de Ay. Juntos los dos piratas, con el Cassandra y el Victorius, toman la ciudad de Ostende al caer la tarde, tomándola y saqueándola, antes de dirigirse hacia la isla de Nosy Bohara, en Santa María de Madagascar, donde reparten el botín.

Al año siguiente, el capitán pirata Duguay-Trouin y el comodoro inglés Matthews, protagonizan un capítulo de batallas en aquellas aguas. Levasseur y Taylor eran sospechosos de piratería, por lo cual deciden poner millas de por medio para evitar ser capturados. Taylor se dirige a las Indias Occidentales, pero Olivier se refugia en la isla de Santa María, en la costa de Madagascar, donde el Victorius halla una relativa seguridad para ocultarse. En diciembre de 1721, Olivier y Taylor toman y queman la nave Duquesa de Noailles, un barco de suministro de las islas Mascareñas, en la que viajan esclavos. El gobernador siente una gran ira. Después de este ataque, Levasseur y sus hombres, se retiran a la bahía de Antongil, en la costa este de Madagascar, cerca de la isla de Santa María, debido a que en la zona está operando Duguay-Trouin, un capitán pirata de mayor talla que él, cuya bandera ondea en la zona del Cabo de Buena Esperanza, y que, convertido ahora en comandante de la marina Francesa y cazador de piratas al servicio de Luis XIV, supone un peligro. Taylor sin embargo, decide marcharse a Portobello, en Panamá, donde ha escuchado que le espera una amnistía de perdón. No todos los piratas están de acuerdo con la decisión, por lo que muchos de ellos prefieren continuar las depredaciones, aprovechando un período de calma. El 25 de enero de 1724, otro pirata, John Clayton informa de los movimientos de Levasseur, solicitando clemencia al gobernador Desforges-Boucher, con la excusa de que la piratería ha caído en desgracia y ya no se practica. 

El 23 de septiembre de 1724, la junta de gobierno de la isla de Bourbón, reitera la amnistía de perdón a los piratas, pero La Buzze sospecha que se trata de una trampa para cazarlos, y él junto a sus hombres se refugian en el interior de la isla. Olivier trató de reponer los vasos sagrados robados, pero se negó a entregar el botín del Nuestra Señora del Cabo, para obtener la clemencia de la Carta de perdón, por lo que deciden esconder el tesoro en una zona desconocida, para la que se han sugerido varios enclaves, Isla de Francia (Mauricio), la isla de siete hermanas (Seychelles), Ibrahim Nosy o Nosy Bohara (Santa María), las isla de Mahé y la isla de Bourbón (Reunión). Entre ellas sabemos que Santa María era refugio de una gran cantidad de piratas, debido a su posición estratégica en el camino de las Indias Orientales y los vientos favorables que benefician sus rutas. Existe gran posibilidad de que el tesoro de La Buzze fuera enterrado en las cercanías de la bahía de Antongil, ya que sabemos que el pirata vivió en ésta isla.

El 31 de diciembre de 1727, la Compañía de las Indias Orientales ordena en carta remitida al Consejo de Bourbón que se nieguen a dar hospitalidad en la isla a todo pirata que intente atracar en sus costas. Cuando finalmente La Buzze fuera capturado, el gobernador en aquel momento, Dumas, que había sido un antiguo pirata, lo interrogó sobre el paradero de su tesoro, negociando la libertad de Olivier a cambio de esta información, pero Levasseur se negó a darle tales datos. Ante su silencio sería arrojado a las mazmorras en la isla de Saint Denis, con el secreto en su mente.  

En la mencionada isla existe una curiosa quebrada donde hacia 1671 hubo una revuelta de esclavos que pretendían acabar con el gobernador de la isla, La Hure, y que acabó en una masacre, ya que éste, haciendo campaña para perseguirles y detenerles, les tendió una emboscada, y una vez cazados los rebeldes, fueron arrojados al fondo del barranco, que ganó el nombre “Ay de la barranca”, o simplemente Ay. Cuando Levasseur pasó por el puente que cruza este barranco, tras cruzar los montes de la quebrada camino del cadalso, se cuenta que Olivier, mirando con nostalgia el lugar comentó a sus guardianes… “con lo que he escondido aquí, podría comprar la isla”. 

En el año 1729, La Buzze había ejercido como piloto naval en la bahía de Antongil, en el lado oriental de Madagascar, para lo cual ofreció en una ocasión sus servicios a la Compañía de las Indias Orientales, a fin de entrar el navío Medusa en el puerto. El pirata pensó que en la nave se habían olvidado de él, gracias al indulto ofrecido a favor de los filibusteros del Mar de la India, sin embargo, el capitán Hermitte, comandante de la Medusa, reconoció a Levasseur, debido a que éste había protagonizado repetidos ataques contra las naves de la Compañía, lo detuvo bajo las órdenes del gobernador Dumas. Y aquel fracaso había llegado por fin, se había hecho realidad. Nada ni nadie lo salvaría de su destino en aquel trance. Seis años antes, Levasseur había sido perdonado por el gobernador de la isla Reunión, pero el pirata había decidido permanecer en la isla y continuar con sus contiendas.

Un lejano día, las fragatas de la armada lo cercaron y lo derrotaron cerca de la isla de Madagascar, cogiéndole prisionero, y llevándolo engrilletado a Reunión, donde ahora iba a dar cuenta de sus actos. En las mazmorras fue interrogado durante cuatro días con sus noches, donde se intentó averiguar el lugar donde estaba enterrado su tesoro, pero Levasseur sabía que no sobreviviría a su destino y se negó a confesar esa información tan valiosa. En el palacio del corregidor, La Buzze se enfrenta a un juicio, donde se estudia la petición del Fiscal General y la condena del rey de Francia contra él, acusado de piratería y asesinato, figurando sus declaraciones con fecha 26 de marzo y 19 de mayo, que se compararon con la declaración del capitán Hermitte, capitán de la Medusa, donde dirigió una carta al Sr. Desforges, con fecha 25 de marzo de 1724, firmada y rubricada por éste.
 



El Consejo Superior de Justicia emitió una carta el 23 de septiembre de 1724, ordenando se estudie la amnistía propuesta para el señor Levasseur, cuyo examen real no se haría hasta la fecha que oscila entre el 15 y el 20 de mayo de 1730, y cuyo resultado fue el siguiente: Primero, el rey de Francia ordena que se prepare el juicio penal contra el pirata y que se haga público; Segundo, el Procurador General del rey, somete el examen a la Cámara General del Consejo, manifestando que están muy afectados por los delitos cometidos por Levasseur, la toma y destrucción de sus barcos, así como los de la Compañía de las Indias Orientales, y ordena al condenado a mostrarse en la puerta de la iglesia de esta parroquia, con la camisa quitada, y confesar en voz alta ante la muchedumbre sus delitos, arrepintiéndose de ellos, con una antorcha en una mano y un libro sagrado en la otra, pidiendo perdón ante ellos, a Dios, al rey y a la justicia. Esto se llevaría a cabo en un lugar público de la isla, antes de subir a un patíbulo construido para tal fin,  y ser ahorcado por el cuello hasta su muerte. El cadáver estaría, según la costumbre, colgado durante 24 horas, y después sería expuesto en la orilla del mar, para escarmiento y lección de todos los piratas. El documento de condena a muerte fue firmado por Chassin, G. Dumas de Lanux y Villarmoy.

Cuando subió las escaleras al cadalso, en la localidad de Saint Paul, isla de Reunión, eran las 17.00 horas del fatídico día 7 de julio de 1730, sin embargo, la leyenda dice que en sus ropajes llevaba oculto un mapa criptográfico (a pesar de que se supone que habría sido bien cacheado al entrar en prisión), y que al subir al patíbulo, lo arrojó a la muchedumbre que lo contemplaba… ¡Aquí está mi tesoro, el que pueda que lo encuentre!... A partir de este momento, nace la leyenda… ¿quién recogió aquel documento?, nadie lo sabe. Durante más de dos siglos, la investigación de aventureros,
arqueólogos e historiadores, que dan por cierta la leyenda, han trabajado para intentar desvelar los datos que se conocen de su ubicación, la cual coincide en todas las interpretaciones, en la isla de Bourbón y la barranca de Ay, pero ésta es demasiado extensa y escabrosa. El manuscrito original, que ahora se conserva en la Biblioteca Nacional de París, fue hallado en la isla de Mahé, en el archipiélago de las Seychelles, o Siete Hermanas. Charles La Roncière realizó una traducción del documento, teniendo en cuenta que la mayoría de los piratas no dominaban la lengua criolla francesa, y usaban términos en un dialecto más bien propio, además de no usar mapas de gran calidad geográfica, por lo que se ha deducido que el pirata señaló sobre el terreno los detalles del lugar.

            Más de 280 años después, el tesoro que supuestamente aparecía en aquel misterioso documento, realizado escrupulosamente en virtud de conocimientos astronómicos, pistas que se niegan a ser interpretadas y señales que no se acaban de revelar, sigue sin aparecer, continúa siendo todo un enigma histórico que no nos permite saber con certeza si todo era un engaño, o si el tesoro existe y está enterrado realmente en algún punto de la remota isla.

sábado, 6 de septiembre de 2014

LA INCREIBLE LEYENDA DE LA BUZZE II


Aunque los documentos originales sobre su nacimiento en Calais, están desaparecidos, existen datos que relacionan a Levasseur con capitanes como Benjamín Hornigold, Roger Wood y Barbanegra, a través de la legendaria nación de Libertalia, la república supuestamente creada para formar un gran ejército de piratas, ya que todos ellos vivieron en el mismo período en aguas del Caribe, aunque Edward Teach, alias Barbanegra, murió en 1718, atrapado en una emboscada dirigida por el teniente Maynard. La idea de Levasseur era aprovechar un momento de tranquilidad para reunir una buena tripulación con objeto de emprender nuevas acciones en el mar.

En este momento de la Historia, la isla de Borbón o Bourbon, era uno de los centros neurálgicos del intercambio comercial entre piratas y habitantes del puerto, tal como había sido en pasados tiempos Jamaica, la Española, Tortuga o el archipiélago de las islas de Sotavento, en el mar Caribe. Allí se revendían los botines capturados por estos filibusteros a bordo de las naves que integraban aquella encrucijada comercial indiana, poniendo en un serio aprieto al rey de Francia además de otros países, que ven peligrar la seguridad de sus flotas, mientras ponen en ridículo a las armadas reales. En sus muelles, los piratas adquieren productos necesarios para sus correrías, pagándolas en efectivo a los proveedores, por lo que aquello se convierte en un negocio lucrativo.
 

Las monarquías de Europa, cuyo poder comenzaba a alcanzar un rango de potencias comerciales, temían que la unión de todos los piratas del Caribe formase un auténtico ejército difícil de combatir. Debido a ello, los antiguos Hermanos de la Costa fueron perdonados mediante un decreto general de amnistía que exigía abandonar la piratería a cambio de librarse de la horca, a lo que se acogieron la mayoría de ellos, de los que una buena parte vivía en la isla de Reunión. Olivier La Buzze, no llegó a enterarse de este decreto porque tardó mucho en desembarcar en ésta isla, y siguió operando por su cuenta en el mar, hecho que fue traducido por las autoridades como rebeldía ante el ofrecimiento de perdón, y mientras sus antiguos compañeros de correrías eran absueltos de sus delitos, Olivier se convirtió en reo de persecución. Por ello, cuando el Halcón, como era conocido por muchos, fue ahorcado en 1730, sus compañeros no hicieron nada por salvarlo, aunque se sabe que los antiguos Hermanos de la Costa, tenían una especie de hermandad clandestina que les ayudaba a perpetuar el conocimiento de sus secretos, manteniendo ocultos muchos de sus enterramientos o pecios localizados, lo que ayudó a que Olivier fuese una figura respetada y admirada por los piratas para la eternidad. Ya a finales del siglo XVII, cuando los filibusteros del Caribe habían comenzado a dirigirse al mar de la India, las potencias europeas, que deseaban proteger sus cargamentos, negociaron un convenio con los piratas, ofreciéndoles un lugar para vivir si aceptaban convertirse en colonos. Entre 1720  y 1730, el jefe de las cuatro principales familias filibusteras de Madagascar, fue uno de aquellos antiguos capitanes arrepentidos que logró comenzar de nuevo y abandonar la piratería. La mayoría de todos aquellos bucaneros, cesó la actividad de los abordajes y se convirtieron en ciudadanos pacíficos que gozaban de la indulgencia ofrecida por el rey de Francia, por lo que sus naves quedaron abandonadas en los puertos, pudriéndose sin navegar. Pero no todos se encontraban en aquella situación.


El sector de investigación sobre las acciones piratas, discurre en la zona alrededor de las islas Mascareñas, donde existen cementerios de barcos en los bancos de arena de la isla de Santa María o Nazareth, al oeste de Madagascar. Los antiguos mapas no muestran con la suficiente precisión las rutas que se seguían en la India Oriental, y que convergían al pasar el cabo de Buena Esperanza, en una franja de mar entre Madagascar y la isla de Francia, en el canal de Mozambique. Las naves de la Compañía de las Indias Orientales, utilizaban la isla de Francia y la isla de Bourbon, para que les permitiesen el avituallamiento de agua y alimentos frescos al hacer la ruta entre las islas de Malabar y la costa de África. Los vientos alisios les permitían navegar entre la isla de Francia y el cabo de Buena Esperanza en apenas unas semanas.

Sin embargo, esta ruta comercial intensa, era igual de buena para los mejores piratas que exploraban el Mar de la India, porque por ella circulaba una corriente de objetos preciosos muy valiosos que viajaban a bordo de grandes fragatas y corbetas, oro, plata, diamantes, especias, telas, maderas exóticas, etc. Los halcones acechaban a sus presas entre la isla de Francia y la isla de Bourbon, donde se contaban historias en las tabernas y en los puertos por parte de marineros que cuando bebían, hablaban demasiado, constituyendo una buena fuente de información que les permitía conocer cuál era la presa buena que se haría a la mar. Para ello, los capitanes colocaban como vigías a los piratas que tenían mejor vista y conocimiento para distinguir las velas comerciales de las naves de guerra. Uno de los destinos más populares fue la isla de Santa María, puertos de Nosy Bohara o Ibrahim. Esta isla ofrecía magníficos fondeaderos que proporcionaban un excelente refugio contra las tormentas, ciclones y vientos frescos, ayudándoles a llegar rápidamente a Madagascar sin perderse. Además en esta isla se encontraba fácilmente madera y agua para abastecerse.
 



Olivier La Vasseur había llegado al Indico para realizar una campaña abordando barcos junto al capitán pirata John Taylor. Para ello los dos piratas se dirigen en principio a la isla de Bourbon, hoy Reunión, a donde arriban en la mañana del día 20 de abril de 1721. El día 26 de abril, La Buzze y Taylor alcanzan la bahía de Saint Denis, en la que descubren dos barcos que se están reparando, los portugueses Nuestra Señora del Cabo y el San Pedro. La primera de estas naves posee 800 toneladas de arqueo y 72 cañones, había sido dañada por los temporales en la navegación realizada a través de la ruta seguida entre la India y Portugal. En ella viajaban el virrey de la India, conde de Ericeira, Luis Carlos de Ignacio Javier de Meneses, así como el arzobispo de Goa, don Sebastián de Andrade Pessanha, junto a un rico cargamento de diamantes, joyas, lingotes de oro y plata, perlas, telas de lujo, especias y exquisitos muebles, cuyo valor han estimado algunos investigadores en 4,5 millones de euros. Entre las piezas más valiosas, la leyenda cuenta que figuraba la Cruz de Fuego de la catedral de Goa, de oro macizo y con un peso de más de 100 kg., por lo que se necesitaban tres hombres para moverla.

Los dos capitanes piratas observaron con sus catalejos que los cañones de la nave mayor, el Nuestra Señora del Cabo, estaban desmontados, y la tripulación estaba ocupada en las labores de reparación y calafateo, por lo que navegan hacia el noreste despacio, aprovechando los alisios, acechando a las naves conscientes de que se trataba de una presa indefensa. Este barco portugués se había refugiado allí de las violentas tormentas del océano, procediendo a la reparación del casco y los aparejos. La isla de Bourbón se había convertido desde 1657 en un puerto de escala para la Compañía de las Indias Orientales. Para conectar los barcos grandes con tierra se usan embarcaciones menores, pues el fondo de la bahía tenía apenas unas docenas de brazas, y las navíos más pesados apenas se podían acercar al muelle. Mientras los carpinteros sustituyen piezas dañadas con la madera traída desde la isla, reparando también el timón, los marineros reponen velas y aparejos, por lo que el Nuestra Señora del Cabo se halla incapaz de maniobrar, amarrada bajo sus dos enormes anclas.

Las naves filibusteras se acercan despacio a la bahía de Saint Denis, disparan algunos tiros de cañón para animar a sus víctimas a rendirse, como era la costumbre, antes de entablar combate. Los disparos alertan al gobernador Desforges-Boucher, que se encontraba en la terraza de su rica mansión, en compañía del virrey de Goa. En tierra, los habitantes de la localidad, se reúnen para observar impotentes el ataque de los piratas en la bahía, pero las naves inglesas se acercan a gran velocidad, aprovechando que el barco portugués estaba desarmado, y su tripulación en tierra. La campana de a bordo del navío Nuestra Señora del Cabo pone en guardia a la tripulación y la infantería, pero la fuerza de ataque enemiga supera la cobertura artillera de 74 cañones, mientras un conjunto de 480 piratas, después de reemplazar las banderas inglesas por pabellones negros con calaveras, se lancen sobre el buque insignia portugués. Aunque el virrey consigue llegar a bordo, sus hombres son pocos y no pueden superar la contienda. Una vez tomado el control de la nave, los piratas celebran su victoria, hacen un registro de la nave encontrando diamantes, cabezas y esculturas de oro macizo, cofres llenos de monedas de oro y joyas, telas de seda, especias, muebles, lingotes de oro y plata, objetos litúrgicos, etc. Los capitanes celebran el éxito entre borracheras y comilonas durante varios días, antes de hacer un primer reparto. La tripulación superviviente es abandonada en tierra.

 

viernes, 8 de agosto de 2014

LA INCREIBLE LEYENDA DE LA BUZZE


          Hace años, llegó hasta mis manos un interesante libro sobre investigación submarina que llevaba por título “Fondo”, una de esas obras que secuestran los sentidos y te dejan un buen recuerdo. Publicado en 1978 por el científico Eduardo Admetlla, que entre otras cosas, hacía buenos programas de televisión, documentales y demás, al estilo de Jacques Cousteau en versión española, se convirtió en un libro muy especial.

            Entre los capítulos que componen la obra, aparece uno que habla de una antigua historia perdida en las brumas de los tiempos, y que relata la leyenda de la búsqueda de un tesoro, el tesoro de un pirata francés, cuyo rastro parece que sigue vivo. Las historias de piratas y oro enterrado siempre suscitan cierta ironía, pues se suele decir que todas son iguales, o que unas han sido adaptadas a otras, de manera que al final no se sabe a ciencia cierta qué es verdad, y qué es inventado.

            Sin embargo, la historia de este filibustero es distinta. Resulta que es una de las pocas que está bien documentada, confirmada y guiada de la propia mano de su protagonista, que por alguna razón desconocida, deseó darnos la oportunidad de encontrarlo, de conocer sus secretos, al precio de ser capaces de entender su historia, sus motivaciones, su mundo y su época, al precio de lograr descifrar sus pasos, aunque para ello se impone casi pensar y sentir como sentían aquellos hombres en aquel lugar y momento.

            Os invito a todos a sumergirnos en una aventura realmente fascinante….

            Año 1730. Un hombre sube al patíbulo para ser ahorcado. Se trata del pirata francés Olivier La Vasseur, alias La Buzze (la lechuza o el buitre), un marino de noble cuna que había nacido en Calais, en 1680, la leyenda dice que era hijo de François Levasseur, antiguo pirata que se convirtió en gobernador de la isla Tortuga, y que pasó su infancia con su niñera porque su madre murió al dar a luz, aunque a raíz de las investigaciones, se sabe que François Levasseur murió en 1652, por lo que los datos no son muy fiables del todo, ya que, teniendo en cuenta que Olivier fue ahorcado en 1730, esto haría que fuera condenado con 78 años, algo que resulta del todo irreal. Según la obra
de Alexander Olivier Exquemelín, el Levasseur localizado alrededor de 1620, no tuvo descendencia, por lo cual se deduce que nuestro hombre pudo descender de alguna de las ramas francesas relacionadas con éste. Otras versiones aportadas por Charles Ronciére, encargado de la Biblioteca Nacional, autor del libro “El pirata misterioso”, afirman que el padre de Olivier pudo haber sido un tal Paul Levasseur, capitán pirata que en la década de 1666, pudo haber llevado ingleses a las costas de Calais, pero la información sobre su identidad es prácticamente inexistente.
 
            Lo cierto es que su padre lo enseñó el arte de navegar, trasmitiéndole como un legado las ideas de que dominar los mares era convertirse en dueño y señor del mundo, al mismo tiempo que aprendió que la fortuna estaba en el mar, en las flotas españolas, portuguesas e inglesas que atravesaban las rutas del comercio indiano. Recordemos que desde 1680, las nacientes potencias mundiales no protegían ya la piratería como en los tiempos pasados, especialmente porque la mentalidad de los nuevos filibusteros no distinguían sus propias banderas de las del resto de los países, amigos o enemigos, y entre ellos se hallaba nuestro amigo Olivier.

  Olivier Levasseur había navegado junto a su padre en el navío Reina de las Indias, donde se convirtió en un veterano marino, pero caído su ascendiente en desgracia, fue desterrado y la nave que mandaba permaneció mucho tiempo anclada en los muelles sin navegar, algo que incomodó a Olivier, que era un aventurero. Su padre le aconsejó alejarse del Caribe, porque operaban en aquellas aguas demasiados filibusteros, no era una zona segura ni fiable, había demasiada competencia disputándose los barcos que transportaban las riquezas del continente americano. Mientras navegó con su padre, Olivier formó parte de los restos desaparecidos de Los Hermanos de la Costa, que habían estado operando en las Antillas con base en Providence, en las Bahamas. Sabemos por documentos originales, que Levasseur había estado navegando por las costas africanas, sin mucho éxito para hallar presas buenas, por lo que desembarcan en el continente para aprovisionarse de agua y suministros, y se dirigen hacia el Indico. Levasseur entonces comienza a dar muestra de gran astucia, valor y brillantez en sus acciones entre los piratas.
 
Una de sus acciones fue el abordaje de la nave Duquesa de Noailles, que se hallaba sin movimiento en un mar calmo por falta de viento, circunstancia que aprovechó Levasseur para acercarse, y tomar la nave, supuestamente con el ataque realizado en botes. Los primeros rastros documentados sobre él nos llegan de sus operaciones en Sierra Leona, donde se dedicaba a cazar esclavos, al mando de un barco de 26 cañones y 200 hombres perteneciente a la flota del capitán Davis y el capitán Taylor. 
 
Hacia 1710 el comercio en el Caribe había ido decayendo algo, y la piratería allí ya no era tan efectiva; su padre le habló sin embargo de las formidables fortunas que cruzaban las rutas de la India, en los mares orientales, por donde circulaba el comercio de las especias y materiales preciosos como las joyas de los jeques árabes, atravesando el cabo de Buena Esperanza. Por ello, La Buzze se dedica a abordar a los navíos que hacían la ruta de regreso de oriente, encontrando mejores botines que los cobrados. Pero en una tormenta, pierden la Reina de las Indias, y el capitán Taylor invita a Oliver a comandar uno de sus barcos, debido a que se había quedado sin capitán. Levasseur acepta a cambio de quedarse entre ellos y participar de sus correrías, porque Olivier no formaba parte de los hombres de Taylor, de modo que se dirigen a la isla de Francia (Mauricio), y más tarde a la isla de Bourbón (Reunión).
 

A la muerte de su padre, nuestro protagonista decidió embarcar de nuevo en el Reina de las Indias, donde navegaría como segundo capitán. Tiempo después, consigue armar ésta nave de nuevo, y reuniendo un grupo de hombres formada con antiguos miembros de su tripulación y amigos, se hace a la mar rumbo al océano Indico, entre los que se encontraba el capitán Moody. Se sabe que las zonas en las que operó seguían tres posibles rutas al nordeste. Uno de los caminos se hallaba en el canal de Mozambique, entre las Mascareñas y Zanzíbar, otro pasaba entre Madagascar y  la isla de Borbón, hacia el archipiélago de las islas de Malabar. El último pasa al sur de la isla de Borbón, en dirección a Sumatra, atravesando el estrecho de Malaca. Años antes, hacia 1716, Olivier La Vasseur había conseguido del gobierno francés una patente de corso con el que asaltar barcos para su rey, compartiendo con éste una parte del botín, tal como era la costumbre entre los corsarios que navegaban para su país, pero el éxito de sus empresas lo había llevado a ambicionar aún más, a convertirse hacia 1719 en caudillo de piratas, con talento, respeto y conocimientos que su gobernante ignoraba por completo, lo que le ayudó a confiar en su astucia demasiado, pensando que jamás lo iban a capturar. Tenía fama de altanero, valiente y culto, ya que su origen de noble cuna lo diferenciaba del resto de los piratas de baja estopa que solían navegar por todos los mares. Había llevado una vida intensa, llena de viajes, aventuras y riesgos, pero la había aceptado sopesando lo que se jugaba si fracasaba en sus ambiciones.

 

viernes, 6 de junio de 2014

SOPLAN VIENTOS DE HISTORIA III


 
La vida y el entorno en el s. XVII

            Las casas palacio de los cargadores eran auténticos emporios de riqueza y ostentación, pues ciertamente, diseñados al estilo renacentista por arquitectos franceses e italianos, representaban el nivel y opulencia de sus propietarios, y de este modo se hacían admirar y respetar dentro de sus propios círculos políticos y comerciales.

            Solían mostrar en la parte alta de sus entradas sus escudos de armas, blasonados en piedra y rodeados de esculturas exquisitas y adornos tallados. En estas casas señoriales había un pozo en los patios, lo cual era un lujo, teniendo en cuenta que normalmente había que ir al río o a las fuentes a buscar agua. En el s. XVII se usaban los pozos nevera para refrescar bebidas, usando nieve que se traía de la sierra.
 


            Los vinos afamados eran los andaluces de Guadalcanal y Cazalla de la Sierra o Madrigal, Alaejos y Coca. Todas las clases sociales consumían vino, desde los más humildes a los más ricos. Se almacenaban en pellejos, que hacían que éste tuviese un sabor a pez, o en barreños y tinajas de barro, lo cual ayudaba a avinagrarse rápidamente, aunque en el reino de Aragón en cambio, era uno de los escasos lugares donde se usaban los barriles con duelas para almacenarlo. El vino mezclado con miel (hidromiel) era una bebida típicamente nórdica, que además fue trasmitida a Europa desde el s. VIII, y se le añadían especias para mejorar su calidad y sabor. El hipocrás o la garnacha llevaba 3 tipos de uva, azúcar, miel y canela.

            Las clases nobles tomaban chocolate con dulces de hojaldre, pestiños o buñuelos, pero las clases humildes vivían de la limosna o las sopas de conventos, se les llamaba sopistas o brodistas por este hecho. El lugar para comer, común a todos los hogares era la olla, por lo que lo único que distinguía a las personas era lo que había dentro de ella.

            Normalmente, para comer se preparaba una mesa compuesta por tablas sobre caballetes, que se llevaba al lugar común o se sacaba de la cocina, porque los comedores solo existían en las casas nobles. El anfitrión o cabeza de familia, se sentaba siempre en la cabecera de la mesa presidiendo a los demás. La vajilla era de barro o loza, la plata era solamente para los nobles. Había jarras o morteros en las alacenas, y se lavaban frotando con hojas o con arena en agua, a la que se añadía vinagre para limpiar bien. En las casas nobles primero solía probar la comida el maestresala, antes de pasarla a los señores, evitando así que si estaba envenenada, éstos cayeran víctimas de una conspiración.


            Cuando acababan de comer, los nobles se lavan las  manos con un aguamanil, con toallas y jabón, según la costumbre de la época. El mejor jabón de entonces era el fabricado en Nápoles. Se usaba el cuchillo o las manos, pero el tenedor no existió hasta el s. XVIII, inventado al parecer por artífices italianos en el siglo XI. Entre las gentes de clase alta no debían de chuparse los dedos, debiendo lavarse al terminar un plato. Las damas solían usar guantes en la mesa para comer. Todas las vajillas se guardaban en alacenas incrustadas en los muros, que habitualmente estaban cubiertas con cortinillas, o en armarios de madera.

            Entre las clases populares se consumía pan untado en aceite o vino, la sopa engordaba con este pan llamado gallofa. Las clases altas lo tomaban blanco, y los pobres lo tomaban moreno, pues había una diferencia entre el pan de trigo y el de centeno. Otro alimento era la mazamorra, un compuesto de harina de maíz, azúcar y miel, con el que se formaba un bizcocho duro y seco, que comían los pobres y los galeotes de las naves, que duraban muchos días sin corromperse, de poco sabor y pocas calorías. Un pan blanco muy alabado era el rubión o el trechel. Con una blanca, que era medio maravedí, se podían comprar sardinas saladas. Las clases menos pudientes comían poca carne, salvo en las grandes fiestas, bodas o celebraciones especiales. Las más consumidas eran las aves, pollo, gallina y todo tipo de caza que los nobles solían comer a diario. También cabrito, liebres y queso bien curado, así como cerdo, mollejas, menudos, tripas, acompañados de salsas fuertes o especias. Los huevos eran un producto caro y estaban muy cotizados. La capirotada era un plato de lujo (ajos, aceite, hierbas, todo mezclado con una docena de huevos batidos, que se vertía sobre la carne cubriendo con capirote).

            En España se podía comer un plato consistente en despojos, tocino magro y gordo, pescuezo, cara y cola, asadura, corazón, pulmón y menudillos. Todo esto se podía tomar el sábado como día de semivigilia, lo mismo que los huevos, los cuales eran de abstinencia para los católicos, excepto en España debido a la Bula de la Santa Cruzada, que permitía a los españoles tomar huevos, leche y queso en Cuaresma. El bacalao era comida de gente humilde, por lo que los nobles no lo tomaban. Esto era sí porque se relacionaba este pescado con la gente morisca, de los que se decía que eran aficionados al pescado barato, como las sardinas. Los labradores comían migas con tocino, pan con cebolla, ajo o queso, y por la noche preparaban una olla de berzas o nabos con un poco de cecina.
 


            Las especias eran propias de la cocina islámica. Usaban azafrán, clavo, jengibre, canela (que era la más usada), cardamomo, nuez moscada, pimienta y toda clase de plantas aromáticas, perejil, orégano o tomillo. El ajo era muy usado y también la sal. Pero servían más para enmascarar la mala carne que para otra cosa, ya que cuando ésta se encontraba un poco podrida o en mal estado, se comía igual, y de este modo sabía algo mejor. El olor a ajo y cebolla era un detalle que delataba a las gentes humildes.

            Además de las costumbres culinarias en este momento histórico, existían otras muy curiosas, tales como los hábitos en el vestir. Las clases humildes solían vestir en su trabajo con prendas de cáñamo, que resultaban ciertamente ásperas aunque resistentes, y cuando debían asistir a algún lugar en sociedad, podían elegir el lino o el algodón como materiales para sus ropas. Normalmente se vestía una camisa de lino bajo un chaleco o chaquetilla en conjunto con un jubón de faldón largo o corto, aunque las mujeres vestían camisola y vestido, con una saya o sayón que casi siempre era de lino. Tanto unos como otros usaban medias o calzones bajo la ropa. Las prendas más habituales también era frecuente que estuvieran confeccionadas con lana, que abrigaba más. En el siglo XVII, entre la gente de
mar estaban de moda las casacas de cuello redondo de lona abotonadas, fuertes y resistentes tanto al desgaste como a la humedad y el frío. Entre los tejidos de mayor calidad figuraban la seda, las muselinas, el chifón, crepe, terciopelo, damascos, brocados y rasos, que formaban parte de los trajes y vestidos de los más ricos, alternando piezas diversas en las que jugaban principalmente los colores negro, azul marino, oro y rojo. Aunque los trajes iban rematados por cuellos de tela fina, las clases altas ostentaban las gorgueras, en forma de lechuguilla con vueltas, coronando uniformes y ropas de gran sobriedad, mientras las mangas estaban acabadas en unos remates llamados festones, que adornaban los bordes de las prendas, y que en los hombres eran ribetes de finas telas o encajes. Solamente la nobleza estaba autorizada a portar armas, que solían llevar sujetas a unos anchos cinturones con brillantes hebillas, que cruzaban la cintura o el pecho.

            Se usaban sombreros castor de ala ancha, muy extendidos sobre todo entre la gente campesina, o casualmente, a finales de siglo los sombreros de pico, aunque éstos circulaban más entre ingleses, holandeses y franceses que entre españoles, y entre éstos últimos, eran más habituales entre hidalgos y nobles. Los marineros portaban gorros redondos de lana o capuchas de lona engrasada. De vez en cuando, se observaban sombreros con cierta copa, adornados por cintas con hebillas.

            El calzado entre los hombres consistía en zapatos bajos para vestir y botas o sandalias en el día a día, unas piezas que confraternizaban con las botas altas de taco entre los hidalgos además de las clases altas, además de entre la gente de mar. Las damas de alcurnia calzaban un tipo de zapatos llamados chapines, que eran de mucho lujo, y les protegían mayoritariamente del barro de las calles. Entre las mujeres de alto rango los peinados eran muy importantes, ya que destacaba una moda, que a finales de siglo se impuso desde Francia, bajo la corte de Luis XIV, y que tuvo un gran auge en toda Europa. Estos mostraban tirabuzones ensortijados, que se adornaban con lazos, joyas, velos y mantos de telas costosas. Las doncellas se hacían grandes tocados con gasa de muselina o sedas finas. También encontramos los verdugados o los guardainfantes, que eran una especie de saya acampanada, formada por una estructura de alambre, madera o ballenas que abrían la falda por debajo, haciéndola amplia, y se acompañaba de corpiños apretados o jubones, cuya parte alta mostraba grandes escotes atrevidos y provocativos.


 
Los precios y la economía de la época.

         Las fortunas de los grandes terratenientes, los nobles, cargadores e hidalgos marcaban una gran diferencia frente a las gentes humildes, especialmente en los momentos en que en pleno s. XVII, la crisis económica invadió España, azotando trágicamente a unos y a otros.

            Entre las equivalencias  monetarias de los siglos XVI y XVII encontramos las siguientes:

1 ducado de oro del siglo XVII equivalía a unos 20 euros actuales (3000 pesetas antiguas).

1 ducado castellano de oro (3,49 gramos) = 375 maravedíes.

1 real de plata (3,43 gramos) = 34 maravedíes = 11 dineros y 4 gramos.

1 escudo de oro = 350 a 510 maravedíes (el escudo de oro sustituyó al ducado en 1537 para volver éste último a circular después)

1 doblón de oro = 1020 maravedíes

1 real de a 8 de plata = 272 maravedíes (escudo de plata)

1 real de a 4 = 136 maravedíes (medio escudo de plata)

1 real de a 2 = 68 maravedíes

1 real sencillo = 34 maravedíes

Medio real = 17 maravedíes

1 blanca (1,197 gramos)  = Medio maravedí = 7 gramos

            Un arriero o jornalero venía ganando alrededor de 17 maravedíes al día; el de un criado al servicio de la nobleza rondaría entre los 30 y los 300 reales al mes, es decir, el equivalente a un sueldo entre los 32 y los 326 ducados al año, aunque esto dependía del nivel de los servicios de ese criado y la alcurnia del personaje al que sirviera. Como diferencia entre los ingresos debido a las clases sociales, basta comentar que el  marqués de Villena tenía unos ingresos anuales de 100.000 ducados, y un campesino venía ganando 1 ducado al año. Un albañil podía tener hacia 1650 unos ingresos que oscilaban



entre 11 y 12 reales al día, y 16 reales hacia 1679. Un obrero no especializado recibía 7 reales al día en ese  mismo año, pero un carpintero especializado, como era el caso de los que trabajaban en astilleros, podía ganar hasta 22 reales si era oficial.

 
          En este sentido, el precio de los objetos de cocina o prendas de vestir sencillas se comerciaba por un precio que iba desde 15 maravedíes hasta los 120, pero una esclava de 28 años, sana, valía unos 150 ducados, que en el caso de un esclavo sano y fuerte podía llegar a los 300 cuando era joven, lo mismo que un galeote prisionero prendido en una batalla.

            Un general de la Armada cobraba unos 4000 ducados al año. Un capitán de barco podía llegar a ganar una media de entre 20 a 30 reales al mes por sus servicios, es decir, unos 350 ducados al año o en ocasiones, si era veterano, unos 27 escudos al mes, y un marinero alcanzaba una paga de unos 48 ducados al año.
 


            La construcción de una nao o un galeón superaba frecuentemente, a finales del siglo XVII, los 2 millones de ducados, y aún había que armarlo, fletarlo y equiparlo con bastimentos, lo que daba una idea aproximada de lo que suponía poseer una flota de guerra. Un buen botín cazado en el mar podía suponer varios centenares de miles de ducados, que equivaldría a la paga de un capitán durante varios años, o a los ingresos de un noble en todos sus señoríos durante 2 o 3 años.