sábado, 11 de enero de 2014

EL LEGADO OCULTO: Enigmas de la Historia II

           
            Tenemos vestigios que han animado a algunos científicos a sospechar que en el antiguo Egipto de los faraones, tal como revelan unos misteriosos bajorrelieves existentes en el templo de Hathor, en Dendera, se podría haber conocido la bombilla eléctrica, del tipo de las lámparas de arco eléctrico fabricadas según el principio de los tubos de Geissler, o los tubos de Crookes, gracias a la cual, hubieran sido capaces de pintar los jeroglíficos de las profundas tumbas de los reyes, sumidas en subterráneos secretos, donde no se han detectado señales del uso de antorchas en los materiales de sus muros, y que a día de hoy, todavía no se confirma el método utilizado.  También debemos contar con el arte de la

momificación, la arquitectura de las pirámides o las herramientas usadas para realizar taladros perfectos en sus sillares. Todas éstas técnicas y creaciones, arrojan unas preguntas clave no resueltas aún en relación a esta civilización, ¿qué conocimientos tenían en aquel momento para poder llevar a cabo esos trabajos?, y lo más importante, ¿quién y cuándo les enseñó a los egipcios aquella ciencia?
            Hemos asistido de una manera repetida a lo largo de muchas décadas, a la triste realidad de saber que en la actualidad no podríamos construir en pleno siglo XXI las pirámides egipcias, por muchos métodos modernos o maquinaria que usemos en el trabajo… ¿cómo es posible que hace casi 5000 años fueran capaces de superarnos? A pesar de esta teoría, los egiptólogos han interpretado los bajorrelieves como el intento de plasmar al dios Horus, transformado en serpiente, que emerge de una flor de loto representando el principio dualista de la Creación, al estilo del Génesis, que se manifiesta a través de la conciencia.

Pero no son los egipcios los únicos que nos pueden sorprender. Se sospecha asimismo, en virtud de otras teorías, que alguien pudo ser capaz de volar en las Pampas de Jumana, dentro del desierto de Nazca, en las proximidades de Lima, Perú, para ayudar a crear las enigmáticas líneas y geoglifos zoomorfos que se observan en su superficie, de unos 500 km2, con una visión desde las alturas que resulta inconcebible para una cultura de la que sabemos poco. Algunas teorías sugieren que podrían haber sido construidos para servir de referencia para el aterrizaje desde el cielo, lo que sugiere aparatos voladores. Por otro lado, el hecho de que en la zona apenas existan precipitaciones al año, unido al modo en que han sido creadas, mediante un alto contenido en yeso, que las sujeta al terreno, demuestra que se tenía intención de perpetuarlas durante mucho tiempo, ¿con qué objeto? Estas figuras solo pueden ser percibidas desde una gran altura, por lo que en la más remota antigüedad, si nos negamos a aceptar la existencia de “algo” que flote en el aire, no serían visibles de ninguna manera, por tanto, ¿quién debía poder reconocer los objetos representados en el suelo de aquellos parajes? ¿Sacerdotes? ¿Arquitectos? ¿Navegantes de las estrellas?

A miles de kilómetros de aquí, en el corazón del continente africano, subyacen también las pinturas plasmadas en gigantescas rocas, que representan figuras misteriosas de seres que no acaban de identificarse. Hablamos de las pinturas prehistóricas del Tassili, en el desierto del Sahara, al sudeste de Argelia, donde se ubican unas 15.000 representaciones que guardan un extraño mensaje no descifrado. Alguien entre la comunidad de científicos, entre los que figura el prestigioso J.J. Benítez, ha querido reconocer en sus imágenes a unos curiosos hombres con escafandras, y es que cuando se les observa, lo primero que viene a la mente es lo más parecido a cosmonautas con un equipamiento similar al que llevaron los primeros americanos que pisaron la luna.

El arte representado en el Tassili arroja una edad aproximada de unos 12.000 años de antigüedad, lo que sugiere que quienes lo representaron tenían un conocimiento muy avanzado de ese arte, teniendo en cuenta que se han empleado en su creación una gran gama de colores y pigmentos. Sabemos que la reina Hatshepsut, que reinó entre 1490 y 1468 A.C. aprox., hizo un mítico viaje a la tierra de Punt, cerca de la actual Somalia, supuestamente para buscar especias con las que comerciar, como incienso y mirra, pero también llevó animales desconocidos a su tierra, además de oro, marfil, ébano, etc. Si relacionamos el viaje con las mencionadas pinturas, apreciamos que en la zona de El Tassili hay también representaciones de esos mismos animales, lo que obliga a pensar que hace miles de años, el paraje fue un vergel tropical, donde había agua, selva y vida a raudales, algo que la reina egipcia pudo conocer, ¿es posible que también conociese a los seres representados en las pinturas de las rocas? ¿qué le llevó a  hacer un viaje tan largo a tanta distancia realmente?, se nos antoja que podría ser posible que la reina hubiera escuchado hablar de esos supuestos seres extraordinarios, representados en las cuevas de El Tassili, y haber aprovechado para efectuar relaciones comerciales y diplomáticas, que estarían destinadas a mejorar la economía egipcia, y por ende, la cultura y conocimientos egipcios que tiempo después servirían para desarrollar su civilización. El gran secreto a desvelar, llegado a este punto, consiste en saber si esos seres míticos representados en las rocas de El Tassili, podrían corresponderse con los protodioses de los que hablan las leyendas egipcias, tiempo después pintados en los jeroglíficos de los faraones, y que podrían haber adoptado fácilmente, al asimilar de un modo profundo la existencia de estos supuestos seres. Pero para que esto sucediera, la reina Hatshepsut debería haberse convencido de la autenticidad de esos dioses, ¿y qué mejor modo de hacerlo que haberlos conocido en persona?

Para dar más fuerza a esta teoría, debemos atender a otra leyenda que, aunque se presenta tras un cierto velo de niebla, ha sido corroborada por investigadores que han viajado a la zona cercana a El Tassili, y que, tras entrevistarse con algunos hechiceros de antiguas etnias indígenas, escuchan hablar de una ancestral historia trasmitida de abuelos a nietos, según la cual, hace miles de años, llegaron a la Tierra unos seres venidos de la constelación de Orión, que tras mezclarse con los grupos tribales que habitaban el lugar, les enseñaron la metalurgia, la arquitectura, las matemáticas, la agricultura, etc., para volver de nuevo a marcharse a las estrellas con la promesa de volver en el plazo de 2000 años, lo que constituye un eón. Aquellos seres, llamados en lengua indígena “hombres lagarto”, a raíz de lo que han contado los descendientes actuales de aquellos inciertos testigos, serían los que permanecen pintados en las rocas de El Tassili, y que casualmente, muestran imágenes que recuerdan naves espaciales, rodeadas de otros dibujos sobre animales y árboles que igualmente existieron en aquel remoto pasado del continente africano, razón que anima a plantearse que si dejaron impresa la realidad de junglas y especies que habitaron la zona en aquel entonces, ¿por qué iban a ser falsos los seres representados en la misma fecha sobre las piedras?

Avancemos en el tiempo hasta llegar a la época de los señores feudales, los señores de la guerra en la vieja Europa…

En muchas ciudades europeas, como fiel reflejo de un tiempo y una época nacidos en la Alta Edad Media, muchos investigadores han sostenido que determinadas sociedades masónicas, usando los conocimientos traídos de oriente por los cruzados y los templarios, levantaron grandiosas catedrales góticas como las de París, Colonia, Chartres, Reims, Ruan, etc., y castillos como los de Normandía, Carcasona, la región del Loira francés o las fortalezas que se extienden por el Languedoc cátaro del siglo XI, los cuales respondían a misteriosos y caprichosos principios de ubicación, según los cuales, sus asentamientos no se eligieron al azar, sino que se buscaron en razón a determinadas reglas que sugerían fuerzas electromagnéticas terrestres, o centros de poder terrenales, trasmitidos de padres a hijos desde hacía siglos, y cuyos secretos heredados guardaron celosamente los druidas desde las épocas más remotas. Lo más revelador de estas construcciones, como se ha venido confirmando, es que muchas de ellas se comunicaban usando conocimientos astronómicos, gracias a los cuales, innumerables elementos arquitectónicos como respiraderos, ventanas o aperturas realizadas en sus elementos, permitían usar la alineación de los astros para descubrir esos supuestos lugares especiales. Del mismo modo, esos saberes también les permitían a sus creadores, fabricar medios con los que comunicarse a enormes distancias mediante señales lumínicas, configurando cinturones defensivos de seguridad, que garantizarían frentes de dominio feudal a lo largo de miles de millas. 


Teniendo en cuenta que la navegación no descubrió el uso de la longitud geográfica hasta el siglo XVIII, para poder establecer la posición en el mar, se nos antoja un tanto misterioso el modo en que aquellos estudiosos que existieron entre los siglos X y XV, se anticiparan a su tiempo plasmando su ciencia en monumentos tan ciclópeos como catedrales o castillos, en los que además de refugiarse al amparo de vasallos del rey, para descubrir sus logros, eran capaces de llevar a cabo proezas que aún tardarían en la Edad Moderna mucho tiempo en usarse de manera normal, y que consistieron precisamente en el uso de las estrellas y sus movimientos a través de la esfera celeste, diferenciando estaciones del año y evoluciones magnéticas y cósmicas, que les ayudaba a fijar los puntos en que se levantarían los edificios, y el modo de servirse de ellos con total eficacia a espaldas de una sociedad que no sabía leer ni escribir, o que quemaba en la hoguera a quien afirmase que la Tierra no era el centro del universo.
 
            Hoy día sabemos que el uso del firmamento para determinar el camino a seguir, tanto en el mar como en tierra, es mucho más antiguo de lo que siempre se había pensado, pues ya lo usaban los fenicios, pero traspasado el umbral del siglo VIII, en plena invasión de los vikingos y otros pueblos del norte, el mundo comienza a sumirse en una especie de letargo cultural, quedando a merced de grandes señores que ostentan el poder más absoluto, impuesto a base de sangre y fuego en conspiración con la Iglesia, que además encerrará en monasterios los libros y el saber acumulado a lo largo de siglos, para usarlo como arma de control de pueblos ignorantes y temerosos de todo aquello que se les quisiera trasmitir, para esclavizarles.

            A pesar de ello, aquellos pueblos que habitaban el planeta, valientes y decididos, construyeron un mundo en el que generaciones posteriores habrían de beneficiarse de los logros que durante más de mil años fueron la base del futuro, y que habían sido capaces de descubrir en relación con el entorno en que vivían. El cultivo de la tierra, el arte de la guerra, la artesanía, el uso de las estaciones del año, las costumbres de los animales, las medicinas naturales extraídas de la madre naturaleza, los ideales sobre el amor, la amistad, la familia, las fiestas, la religión, el trabajo, las tradiciones heredadas…, se convirtieron también en un gran patrimonio cultural que poco a poco fue desapareciendo, sustituido por técnicas que han llevado a un vacío absoluto en el presente de nuestros días.


            Ahora, en el moderno y tecnológico siglo XXI, nos preguntamos qué ocurrió en ese paseo por la Historia, dónde se perdió el legado de nuestros antepasados, en qué nos equivocamos para permitir que el mundo antiguo se perdiera definitivamente, enterrado por ideales de ocio, vicios, poder, y ambición sin límites, en una carrera que aboga por buscar ese mismo poder para doblegar y dominar a las masas para beneficio de los tiranos actuales que rigen a los pueblos, con la diferencia de que en el presente, las sociedades, pobres y ricas, carecen de todas aquellas virtudes que en el pasado permitían a los hombres sobrevivir y convivir, avanzar y abrir caminos nuevos, a veces con la palabra, a veces con la espada, pero siempre con resultados que marcaron épocas y hechos importantes, que hoy ya no existen, porque el pensamiento dejó de funcionar hace mucho tiempo para unos y para otros.

            Hay quien afirma que el mundo del siglo XXI está dando marcha atrás, que se halla en un claro retroceso cultural y costumbrista… ¿seremos capaces de utilizar el legado de nuestros antepasados para volver a superarnos?, la respuesta se halla tras el velo del futuro más inmediato. Crucemos los dedos.

 
                                                                                 

viernes, 3 de enero de 2014

Siempre eterno, siempre fiel....


"Prométeme que cuando desaparezca para siempre....al menos una sola vez en tu vida, volveré a vivir en tu pensamiento....."

                                                                                                    Fernando García de Frutos