miércoles, 9 de abril de 2014

ADIÓS PAPÁ...

 
 
 
 
Recuerde el alma dormida,         
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte             
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
  cómo, a nuestro parecer,            
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.


          Permanecemos juntos, unidos, caminando hacia adelante, hacia el futuro, mientras la fuerza de la memoria hace grandes y eternos a aquellos que nunca olvidaremos, a aquellos que continuarán a nuestro lado aunque no les veamos, aunque ya no estén...

         Y mientras ocupan un lugar invisible en nuestras vidas, sabremos que la grandeza y el carisma que definió sus vidas, seguirá ocupando un trono en nuestra mente y en nuestro corazón para siempre jamás...

         Adiós, Papá, siempre estaremos contigo, siempre estarás con nosotros...


Ávila, 9 de abril de 2014.







sábado, 5 de abril de 2014

SOPLAN VIENTOS DE HISTORIA I


            Cada época y cada tiempo tiene sus propias características, ayudando a los investigadores a extraer por sus mismos hechos, los diferentes momentos en que se desarrollan sucesos relacionados en distintos escenarios históricos, muchos de ellos consecuencia de otros, o raíz madre de lo que acontece en el futuro. Para estudiarlos, frecuentemente es interesante fijarnos en los detalles que caracterizaron numerosos rincones geográficos, y saber qué estaba ocurriendo en ellos a lo largo de un período.

            En este monográfico nos vamos a centrar en un marco que evoluciona básicamente en el siglo XVII, un momento crucial para España, donde habrían de desatarse los mecanismos que explican todo lo que sería y es nuestro país en los próximos 300 años, y cuyos fundamentos han llegado hasta hoy. Los textos que aparecen en este trabajo son notas resumidas producto de una larga investigación, donde aparecen imágenes relatadas de todo un proceso histórico que se estaba llevando a cabo.

            En el siglo XVII existían en España 15 provincias que en la práctica actuaban como si fueran naciones o reinos independientes, y en los que regían sus propios fueros e impuestos, que pertenecían al reino de Navarra, el reino de Aragón, el reino de Castilla, el reino de León, el reino de Toledo y el señorío de Vizcaya.
 

Entre 1536 y 1683 el noroeste de España llegó a sufrir hasta 16 graves crisis de peste epidémica que diezmaron la población, ya azotada por una terrible crisis de hambre y miseria debido a las malas cosechas. Algunos viajeros y peregrinos contaban que en el sepulcro de Santiago de Compostela, se escuchaban extraños ruidos de armas vaticinando que a los españoles les iba a ocurrir alguna desgracia, aunque obviamente se trata de una leyenda.

            En los mercados se abusaba de los precios ante la falta de grano y otros productos. Los matrimonios se casaban tarde, las mujeres en torno a los 22 a 23 años de edad, y los hombres en torno a los 26 a 27 años. Existían por doquier numerosos mendigos, especialmente en las grandes urbes, gente sin hogar que pasaba muchas necesidades y no tenía ni ayudas ni clase social para poder ganarse la vida. En cambio las gentes de alcurnia, disponían de todos los medios necesarios para poder controlar a la sociedad, y dentro de ella los precios que garantizaban sus beneficios en el mercado. Había mucha mortalidad por la falta de salud de la población, que carecía de medicamentos y de alimentos sanos que les ayudasen a superar las enfermedades.

            Hacia 1680, durante el reinado de Carlos II en España, había actuado como regente su madre Mariana de Austria, una mujer soberbia, de gran carácter pero con unas tremendas dotes políticas, aunque el poder en la sombra lo ejerció su confesor Juan Everardo Nithard, rechazado por la plebe en Madrid por haber prohibido el teatro y los toros, a los que eran tan aficionados los españoles. En aquel tiempo, el rey tenía como secretarios a D. Blasco de Loyola y D. Jerónimo de Eguía, naturales de Vizcaya.
          Desde 1670 el sistema de convoyes para la Flota de Tierra Firme y la Flota de Nueva España es obligatorio en el tráfico comercial con las Indias, y aunque no se impone a los barcos mercantes, resulta imprescindible para todos los viajes. Se contrata a los barcos de guerra para hacer el acompañamiento y dependiendo del contrato firmado, se cobra sobre la seguridad prestada, o sobre la mercancía transportada también, lo cual hace relevante el convenio cuando se trata de cargas de metales preciosos, joyas o productos de gran valor.

Hacia 1677 el país se vio inmerso en una terrible situación de malas cosechas en verano que se alternaron con grandes inundaciones en invierno, todo ello agravado con una enorme inflación y con la guerra contra Francia, ya que en este momento el imperio se hallaba más vinculado a la política con las Provincias Unidas e Inglaterra, desde el momento en que ambas potencias temen las ansias expansionistas del rey Luis XIV.  En 1598 se había firmado la paz con Francia, pero ésta continúa apoyando en secreto a los holandeses y dificultando las comunicaciones españolas entre Flandes e Italia.

            La piratería turca recorre el Mediterráneo cobrando los tributos que irán a para a Argel para el Gran Turco, y que es controlado por los Rais de sus galeras, a través de las razzias para interceptar las naves españolas y genovesas que llevan la plata y los pagos para los financiadores de las coronas europeas. De este modo también toman esclavos cristianos para usarlos como galeotes, o ser vendidos por un rescate en caso de tratarse de personas de alcurnia. El cónsul francés Compans, contaba que los convoyes más frecuentes solían ser de ingleses y holandeses en el camino a Génova y Liorna.

            Será a partir del año 1666 cuando se produzca el comienzo de relevo por la ciudad de Cádiz como punto de tráfico con las Indias, aunque lleva ya filtrando sus delegaciones desde finales del s. XVI. Es entonces cuando comienza a darse el fraude en la declaración del transporte de la plata en Cádiz, antes de salir para Génova. Tradicionalmente el transporte se hacía entre Cádiz y Barcelona por tierra, y desde ésta por mar. A partir de 1670 se hace desde Cádiz por mar en convoyes de naos y galeones, y las galeras catalanas pierden su papel en el Mediterráneo para el transporte de los escudos y reales de plata, o los sequins y ducados de oro. Este fraude resultaba más fácil en los grandes navíos a vela, porque no podían acercarse a tierra del mismo modo que las galeras, con lo cual, el contrabando en éstas estaba más controlado por los funcionarios, ya que forzosamente habían de entrar en puerto para ser amarradas.


            A finales del s. XVII, entra en Europa el maíz que es vendido desde España y Marruecos hacia los mercados de Italia y los Balcanes. El tabaco estaba controlado por Venecia, por lo que estaba prohibido su cultivo y su contrabando. El azúcar Brasileño era de mejor calidad que el de las islas francesas americanas, por ello, adquirido en Lisboa resulta más barato y mejor. Otros productos que surcaban el mar eran las sedas venecianas, el algodón de Amán o Antioquía, los vinos de Chipre o los caldos de El Languedoc francés. El pan de trigo de Turquía era blanco y grato al paladar, aunque algo pesado para digerir. También encontramos que Tolosa, capital de Guipúzcoa, era famosa por las hojas de espada que en ella se fabricaban, como lo había sido Toledo en el s. XVI, mientras llegaban a San Sebastián lanas procedentes de Castilla, que desde allí salían al extranjero, especialmente hacia Flandes. Desde Bilbao salían la mayor parte de las mercancías que se exportaban para Francia, Holanda e Inglaterra.

            Se puede decir que en el s. XVII, los caminos españoles eran muy malos para viajar, pues además de la falta de acondicionamiento, existían multitud de grupos de bandidaje en cada milla recorrida de todos los lugares. Las posadas adolecían mucho de las comodidades actuales, y los alimentos en general eran de poca calidad. El hospedaje podía costar alrededor de 1 real y medio o 2 reales, pero los posaderos solían resultar tan ladrones como los bandoleros de los caminos.

            La nobleza llevaba sus propios equipajes, tanto para comer como para dormir, aunque la clase alta les garantizaba las mejores habitaciones, mientras que los criados y soldados de escolta habían de pernoctar en las cuadras, de modo que pudieran cuidar y vigilar de paso a los animales de tiro. Por otro lado, las fronteras entre reinos imponían que hubiera que ir pagando derechos y mesnadas en todos los lugares por donde se pasaba (algo similar a las autopistas de pago actuales), en forma de portazgos, barcajes, peajes, alcábalas, castillerías, estancos, etc. Ello hacía que fuera demasiado costoso viajar por nuestro país, y suponía que solamente se hacía cuando era totalmente necesario, ya que no existía la idea del turismo tal como lo conocemos hoy. Las posadas que tenían fama de buenas eran las de Madrid, Sevilla, Lisboa y Cádiz, pero las mejores las regentaban casi siempre los franceses u otros extranjeros.
 

            Mientras tanto, dirigía los destinos de las Españas como valido el VIII duque de Medinaceli, Juan Francisco de la Cerda Enríquez de Ribera, casado con Catalina Antonia de Aragón Folc de Cardona y Córdoba, XI duquesa de Segorbe, gran rival de la reina Mariana, con quien mantenía conflictivos enfrentamientos, cocinados en las alcobas al calor de peligrosas intrigas palaciegas.

          En 1685, el duque Juan Francisco abandonará su ministerio en favor del conde de Oropesa. El IX duque de Medinaceli, Luis Francisco de la Cerda y Aragón, nacido el 2 de agosto de 1660 en el Puerto de Santa María, será el último representante de la sangre regia de su linaje, antes de caer en desgracia ante el rey francés Felipe V, que está por llegar al trono. Luis casa el 2 de febrero de 1678 con Maria de las nieves Tellez-Girón y de Sandoval, en la iglesia de Santa María la Real de la Almudena, en Madrid, con quien tuvo una hija, Catalina (1678 - 1681), y después un hijo, Luis (1678 – 1695) con alguien desconocido. Sus secreta conspiración contra Felipe V a favor de los ingleses, le valió prisión, muriendo en Pamplona el 26 de enero de 1711, aunque siempre se ha sospechado que el rey temía las consecuencias del poder del aristócrata, ante el cual elevó una memoria que le debía dejar exento de pagar impuestos a la Corona, en virtud de un acuerdo muy antiguo, por el cual los duques de Medinaceli, aceptaban renunciar a su derecho al trono a cambio de ciertos privilegios.