martes, 25 de diciembre de 2012

LA AVENTURA DE NAVALUENGA.- CAP. 6

Cuando salimos aquella noche, fuimos a buscar a las chicas, y volvimos para entrar en la discoteca, pero entre el aspecto que llevábamos y que cobraban la entrada (mi amiga no aparecía por ningún lado), nos quedamos en la calle, sin un duro y sin saber qué hacer...., sin embargo, éramos conscientes de nuestras capacidades de supervivencia, y como estábamos de aventuras no íbamos a naufragar tan pronto, por lo que se nos ocurrió que a lo mejor podíamos colarnos en la discoteca escalando alguno de los muros que la rodeaban, ya que ésta se encontraba en una finca que tenía calles por los cuatro lados......

Ni cortos ni perezosos, rodeamos la finca buscando el punto más débil. Desde fuera escuchábamos la música y la gente en su interior, pero no podíamos ver nada porque eran altos, así que llegamos a un callejón muy estrecho situado en el lado opuesto a la entrada, que tenía una pequeña fila de piedras en el suelo a las que pudimos subirnos. Varios niños que nos observaron se sumaron a nuestra idea engrosando el número de intrusos que pretendían colarse en el baile. Estábamos contentos de haber podido escalar el muro, pero cuando nos asomamos......¡sorpresa!, habíamos ido a elegir justo el lado en el que estaba la orquesta tocando, de modo que cuando nuestros medios cuerpos asomaron a lo alto del muro, todo el mundo nos descubrió y empezó a apuntarnos, mientras alguno de los niños incluso les saludaba alegremente. Alguno de los músicos llegó a mirar atrás para ver qué coños pasaba a sus espaldas...., de ésta manera aparecimos una docena de gente en el muro..... Fue en esos momentos cuando observamos al vigilante se seguridad que al descubrirnos salía de estampida a la calle, por lo que tuvimos que salir como Speede Gonzalez con el gato...., como siempre, corriendo como alma que lleva al diablo...., mientras los niños se desparramaban por  todas las calles del pueblo gritando.

Atravesamos calles y calles riendo como posesos, y fuimos hasta la plaza del pueblo, donde me reencontré con un amigo que se había licenciado del ejército un mes antes que yo, nos llevábamos de puta madre, estaba con sus hermanos y sus amigos, por lo que nos unimos al grupo, nos invitaron a beber cerveza, y pudimos recomponer fuerzas.....

Dijeron que se iban a otro sitio, y como nos cortaba ir sin poder invitar, nos quedamos y nos pusimos a darle a la imaginación para conseguir beber esa noche al precio que fuera...... Entonces, se nos ocurrió acercarnos a la calle más concurrida de bares y tocar la guitarra para sacar dinero, así lo hicimos, por lo que después de buscarnos un buen rincón y acomodarnos, empezó a sonar la música mientras cantábamos canciones de los chichos, los beatles y otras, primero sentados en una de las calles cercanas a la plaza, después paseando por las terrazas de los bares, al tiempo que pasábamos mi gorra negra marinera (aún conservo en casa esa gorra como recuerdo de mil aventuras....), para que las personas echasen monedas dentro. La gente nos miraba con una mala ostia que no veáis, como diciendo ¿y estos jilipoyas qué es lo que quieren echándole tanto morro?, mis amigos iban por la acera y yo me metía entre las mesas, poniendo la gorra delante de los sorprendidos turistas...., aunque me entraba la risa y al final no era capaz de engañar, mis amigos me decían “pero no te rías, joder”, si es hoy me dan bofetadas hasta en el titulo de patrón, ja,ja,ja....., todavía alguna churry a la que le hicimos gracia nos echó alguna monedilla....pero como no cayó mucho nos fuimos al puente del río, y en el camino seguimos cantando con la guitarra, con tan mala suerte que nos cruzamos con unos gitanos en una calle que hacían lo mismo que nosotros, y ya nos miraban con aire asesino, cuando decidimos irnos.....

Casi desesperados llegamos al puente del río. Para entretenernos fuimos a un bar de verano de las cercanías, allí nos encontramos de nuevo a las chicas (que se fueron cuando lo de la discoteca), y a sus hermanas mayores con sus amigas....aunque de momento no nos hicieron mucho caso, por lo que seguimos río arriba hasta llegar a un local que se llamaba el Arlequín, ya no sé si existirá, es un bar de verano muy grande, que tenía una terraza interna con mesas bastante amplia, donde entramos, nos sentamos y comenzamos a tocar cantando canciones de los beatles que se nos daba bien, también de los chichos, leño, tequila y de otros grupos....

De pronto, la gente que paseaba por las orillas del río, cuando escuchaba música, entraba en el local pensando que había alguna fiesta, y como estaban ya dentro se sentaban en la terraza pidiendo consumición, sin dejar de prestarnos atención,  y el local se atiborró de personas, que comenzaron a mirarnos mientras tocábamos como si ahora fuésemos nosotros los músicos. Cuando el dueño lo vió nos trajo dos vasos grandes de 2 litros llenos de agua de Valencia y nos dijo "venga, chavales, seguir que lo estáis haciendo de puta madre", por lo que la gente empezó a gritarnos las canciones que querían que tocásemos, y nosotros tan cumplidores, lo hacíamos, luego nos aplaudían.

De pronto empezamos a pasar la gorra por el local, justo cuando las hermanas mayores de nuestras amigas también entraban en el bar de verano, la gorra llegó a despistarse sin saber dónde estaba, y cuando hizo la primera ronda, había montones de monedas y algún billete....seguimos cantando y cantando, la gente aplaudía, pedía canciones, la hermana más mayor de nuestra casera dijo que si cantábamos la canción de los Chichos Heroína, sus novios nos echaban bien de dinero, y la canción nos quedó "bordá".....la gorra volvió a circular, y regresó con otro montón de monedas, nos mirábamos y no podíamos creer lo que estaba pasando....

Después entraron en el bar de verano mi amigo de la mili y sus amigos que venían de ganar un partido de futbol en las fiestas, con el trofeo y todo, nos invitaron para celebrarlo, pidieron cerveza, más agua de Valencia, cubatas....nos sentamos con ellos mientras seguíamos cantando, la cogorza que nos cogimos no entra en los anales de la Historia, de madrugada salimos tajaítos perdidos con todos los amigos, íbamos todos unidos por los brazos cantando la canción esa que dice..."la infanta doña Elvira, se tocaba el chiriví con una lira, la infanta doña Isabel, se tocaba el chiriví con un clavel, ay que ver con las infantas, como abusan del aroma de las plantas, y eso está muy bien.....

No recuerdo a qué hora llegamos a casa, solo recuerdo que al volver, acompañamos a casa a nuestra amiga la casera, y delante de la puerta, mientras mi amigo tocaba la guitarra los demás cantábamos canciones del rocío y ella bailaba....en mitad de la calle del pueblo....

También al regresar me encontré con mi amiga Inmaculada, que lógicamente también volvía a casa, y me hicieron ir a acompañarla mientras soltaban indirectas para que fuera "especialmente cariñoso" en la puerta....aunque eso hubiera estropeado la amistad....

Cuando llegamos a casa estábamos para el arrastre pero teníamos una fortuna que nos permitió comer, beber y salir al día siguiente a lo grande.....aunque aún no acabaron las aventuras....(continuará).

martes, 18 de diciembre de 2012


¡FELICES FIESTAS Y FELIZ AÑO NUEVO 2013! para todos mis lectores y amigos, así como para el resto del mundo....espero que el nuevo año os traiga mucha felicidad y que se cumplan todos vuestros sueños......muchas gracias de todo corazón, a todos los que visitáis este espacio....un fuerte abrazo de este escritor.

Fernando.

domingo, 2 de diciembre de 2012

LA AVENTURA DE NAVALUENGA.- CAP. 5

Mañana rutinaria de río, paseos y reportaje de víveres, perteneciente al cuarto día de campaña. Después de comer compartimos con los amigos de nuestras amigas, un partido de pelota vasca en un polideportivo, en la que yo no puedo decir que estuviese a la altura, lo cierto es que nunca he sido precisamente olímpico en este deporte, aunque confieso que uno de los amigos hizo lo que pudo porque yo participase en mis turnos, mostrando una forma de ser bastante sociable y abierta que nunca he olvidado. Aquella tarde vinieron las chicas a buscarnos, porque habían decidido compartir con nosotros el placer de conocer sus posesiones en el reino de Navaluenga, que siempre es de agradecer, paraje en el que el abuelo de la familia disfrutaba de un huerto y un rincón donde perderse, por lo tanto, la lindísima hermana mayor de nuestra anfitriona, se ofreció para acercarnos con su coche, ya que había que subir una montaña, y las delicadas damiselas no estaban dispuestas a sudar tanto. Cuando la cabeza de familia nos recogió, nos fuimos todos a la cabaña de la sierra. He de dejar constancia de que el lugar era realmente de ensueño, ubicado en lo más profundo de la agreste sierra, escondido entre frondosas arboledas gigantescas, bosques de ortigas (de las que fui víctima a conciencia), y un caudaloso arroyo que arrastraba sus aguas por las enormes peñas abajo con ímpetu y belleza.

Al llegar al río, que era bien ancho en el punto por donde la vereda circulaba, había que cruzar saltando por unas piedras, aunque éstas tenían su misterio porque no estaban muy juntas, ya que no era el puente de San Francisco, hemos de recordar que entonces corrían los ríos en verano, y éste llevaba buena corriente. A la hermosa hermana mayor de nuestra amiga, le daba miedo cruzar, y yo, tan caballeroso siempre, me ofrecí para ayudarla, con tan buena suerte que al hacerlo caí al río como Dios manda......, así me sorprendí metido en el agua hasta las rodillas mientras era espectador de las risas de mis amigos....Como ya estaba dentro del río, me fui a la orilla y traté de cruzar a la jefa en brazos (contando con que ella se agarraría bien para no caerse), y después al resto de las chicas una por una, caminando por dentro del agua, pero les había asustado tanto mi caída que se negaron en redondo a usar semejante medio de trasporte, y optaron por cruzar con ayuda de palos para no sufrir la misma suerte que yo en mi aventura náutica.....Una vez en la cabaña, la rubia dijo que se marchaba y que en un par de horas venía a buscarnos de nuevo con el coche, el resto de las féminas nos sacó un aguardiente casero del abuelo que quitaba la respiración, orujo de más de 50 grados, como lo que bebían antiguamente en los pueblos para desayunar, y nos pusimos todos como motos....; cuando caía el sol volvimos al punto de encuentro para tomar el coche, mis pantalones estaban empapados igual que las zapatillas, pero el sol les iba secando poco a poco; mientras la rubia volvía a buscarnos, encontré un palo entre los arbustos que me dediqué a tallar al estilo maorí con mi cuchillo, es curioso, quedó convertido en un hermoso souvenir, lleno de imágenes y bajorrelieves, pero este palo quedó allá en Navaluenga como huella de nuestro paso......siempre me pregunté qué pensaría de él quien lo encontrase en la casa, colgado de la farola exterior que estaba junto a la ventana de la cocina.

Al volver a casa, nos repartimos por las habitaciones haraganeando para hacer tiempo, y en un momento que coincidimos todos en la cocina, para hacer planes, apareció un grupo de 2 o 3 niños que pasaban abajo por la calle caminando. No recuerdo bien quién dijo algo a uno de los niños, que le animó a comenzar a vacilarnos con descaro, y entonces mi hermano, que tenía una navaja automática en las manos, con la que se entretenía abriendo y cerrando, se la enseñó, a lo cual el niño salió corriendo mientras gritaba...¡mamá, mamá, que me quieren matar....! y nosotros nos rompíamos las mandíbulas. El caso es que al poco tiempo vemos aparecer de nuevo al niño en la calle en compañía de su madre, una hermosa madrileña morena de pelo largo, bien vestida y mejor arreglada, a la que el niño contaba que éramos nosotros los asesinos, apuntando con el dedo. La madre nos interrogó mientras nosotros decíamos ¿qué? ¿cómo que una navaja? no sabemos nada.....La madre se llevó al muchacho y mientras regresaban, el niño miraba atrás y nosotros nos llevábamos el dedo al cuello haciendo un movimiento transversal, como indicando que se lo íbamos a cortar....a lo que el niño se agarraba fuerte al brazo de la madre diciendo ¡míralos, mamá, míralos...!, y nosotros nos tronchábamos de risa...., sin embargo, de nuevo teníamos los problemas de la economía, que nos amenazaba con hacernos pasar hambre, ya que aquella noche no sabíamos qué es lo que íbamos a cenar, porque la despensa estaba completamente vacía....

Hay quien dice que cuando las cosas se ponen feas, no hay mejor forma de encontrar la solución que dar un paseo por el campo, y si es en compañía, mejor, de manera que aquella tarde, antes de ir a cenar con las chicas, nos propusimos relajarnos un poquito y visitar un cercano bosque de robles que había a las afueras del pueblo, y que bajo la luz de un cielo gris plomizo mostraba una de las estampas más maravillosas que para un bohemio como yo, pudieran quedar grabadas en la memoria. El asunto es que caminando llegamos a un rincón rodeado de una valla de piedra, que servía de cerramiento a un prado de pastos, y al pasear encontramos en el suelo la página perdida de una revista mostrando la mitad superior de una mujer desnuda.....ignoro si se trataba de la revista Playboy, Lib, Penthouse o cualquiera de sus primas. Carlitos y mi hermano decidieron marcharse a la casa, aunque no recuerdo qué asunto les movió a dejarnos a Toño y a mí en el lugar.

Una vez solos como dos náufragos, nosotros decidimos esperarlos buscando la otra mitad de la hoja perdida (cosas que a uno se le ocurren cuando tiene que esperar y no hay otra cosa delante que una mujer en pelotas....), así que ni cortos ni perezosos, comenzamos a explorar la tupida alfombra de hojarasca espesa que se cernía por todo el lugar, moviendo con las botas las ramas y hojas apretadas. Al llegar a un punto de la valla de piedra, mientras mis pies peinaban las olas de hojarasca, toparon con algo que emitía un tintineo misterioso.

 Desenterrado el enigmático objeto, resultó ser una redecilla que contenía al menos 20 cascos de vidrio de distintas botellas, lo cual fue lo mismo que estar en alta mar perdido, y de pronto descubrir tierra a lo lejos...¿que por qué?, es sencillo.... En aquel tiempo, algunos comercios reciclaban los cascos de botellas, pagando a quien los aportase la nada despreciable cantidad, para nosotros, de 25 pesetas por casco, lo que hacía alrededor de 500 pesetas de la época. Toño y yo cogimos el hallazgo y corrimos como locos a avisar al resto. Habíamos encontrado un tesoro que nos permitiría merendar esa tarde de manera suculenta. Cambiamos los cascos en la tienda que había debajo de nuestra casa, y después visitamos el supermercado. Comimos como el rey Midas, y además nos sobró dinero para salir por la noche a tomar algo modesto, pero algo al fin y al cabo....no penséis mal, es que había que celebrarlo de alguna manera. Todo gracias al seductor cuerpo de una modelo que nos esperaba en el bosque. Pero aquello solo fué una solución temporal, y aún debíamos sobrevivir más de 48 horas.... La jornada del día siguiente sería relevante, y se podría decir que contiene lo mejor de esta historia…..algo que ha roto las barreras del tiempo entre los amigos y que dio nombre propio a la aventura.(Continuará).