sábado, 24 de diciembre de 2011

ES POR TI...

"Si el amor va a suponer una batalla por ganar tu corazón.....déjame elegir las armas que me acompañarán en el camino......"

jueves, 8 de diciembre de 2011

MODELISMO NAVAL: Cajas de fruta, el modelismo naval de los pobres. Parte I

1.- Introducción.

        Hoy día, en pleno siglo XXI, el modelismo naval se ha convertido en una afición bastante común para todo tipo de personas, niños y grandes, y los comercios especializados en ésta afición están más extendidos, hasta el punto de que, cientos de tiendas de juguetería barata, a veces muestran entre sus productos cajas de kits de modelismo sin dedicarse a ello exclusivamente.

        La tentación de recrear una construcción que es copia fiel de algo que existe, con todos sus detalles, o que existió hace muchísimo tiempo, ha convertido al modelista en un artista sin límites que atesora entre sus capacidades unos conocimientos muy ricos, proporcionándole no solo una dedicación preciosa sino una colección propia y personalizada que refleja secretos hasta hace cierto tiempo guardados con celo por los más profesionales.

        Cuando alguien en algún lugar observó, un lejano día,  que la afición se extendía de manera lógica y generalmente aceptada, debió planificar la posibilidad de pensar en proporcionar los pequeños y curiosos materiales y piezas de que se componen multitud de creaciones en diferentes campos, como son los vehículos militares, los barcos, los aviones, los soldaditos, las casas rurales o las iglesias, las motocicletas o hasta las naves espaciales que veíamos en el cine, de manera que pudo nacer el mercado del modelismo.

        En los Estados Unidos, entre principios de los años 50 y mediados de los años 60, se extendió con bastante inquietud el tema del modelismo, y de esta manera, en una sociedad que avanzaba a pasos muy largos, no era tan difícil hallar comercios en las que encontrar materiales diversos, aunque aún eran un arcano la mayoría de las técnicas, que se poseían, por muchos especialistas, como una pequeña protociencia compartida con cuentagotas. En España, debió ser a mediados de los años 50, más o menos, cuando comenzaron a aparecer algunos de los mejores manuales y artículos sobre el modelismo naval y sus aplicaciones, desvelando las primeras técnicas ingeniosas que facilitasen un mejor conocimiento de los pasos para montar un casco con proporciones exactas al original.

        En éste sentido, uno de los grandes desafíos que ha facilitado, ya en nuestros días, el acceso a los materiales de montaje y construcción de éste tipo de obras es la red de internet, a través de la cual se pueden adquirir, mediante cientos de páginas web y tiendas virtuales, piezas y materiales que en nuestro más cercano entorno es difícil hallar en determinadas ocasiones, y que a veces cuesta incluso conocer que existen. Esto también impone una inversión en cuestión de gastos de envío que habrá que sumar al precio medio del producto, aunque la comodidad de poder conseguirlo sin movernos de casa puede tener su ventaja, al mismo tiempo que el precio por pieza suele ser más ventajoso que en los comercios habituales.

        Sin embargo, y a pesar de todo, los materiales están sujetos a un precio de mercado, a una oferta limitada de modelos que basan su coste en virtud de una serie de razones comerciales de competencia y especialización del producto, del cual hay que obtener los beneficios necesarios, además de imponer nuestro logotipo por encima del resto de los empresarios, sobresaliendo marcas y firmas que enseguida relacionamos con el tema del modelismo naval,  lo cual supone que si la categoría del kit alcanza cierto nivel, o no alcanzándolo, el modelo es muy demandado, el precio se dispara.

        Modelos como el H.M.S. Victory a escala 1/84, de Artesanía Latina, en su catálogo 2004, con un nivel de cuatro anclas para situarlo entre los más dificultosos de montaje, pueden llegar a alcanzar un precio medio de 600 euros, sin dejar de lado otros que rondan los 900 euros, en cuanto incorporan, en sus cajas o equipos, piezas de artesanía en metal fundido y libros de montaje, cuyos derechos de publicación se pagan, otras veces editados por las propias compañías modelísticas, y aunque el precio normal de muchos modelos de tamaño medio ronda los 300 euros, siempre podemos encontrar piezas de museo para montar por la nada despreciable cifra de 2000 a 3000 euros, entre los que se comercializaba, a través de Andrea Miniatures, de Madrid y por encargo, sin incluir gastos de envío, un modelo de submarino alemán tipo U-Boot VII C, a escala 1/32, en laminados de fibra de vidrio y metal, incluyendo sus 10.000 remaches junto con 185 piezas metálicas, y unas dimensiones de 197 cm. de largo, 18 cm. de ancho y 39 cm. de alto; a éste precio estarían sujetos algunos modelos de importación de Estados Unidos, que se han puesto bastante de moda, y que, obviamente, hay que reconocerles bastante belleza y calidad para modelistas avanzados.

        Algunas marcas conocidas como Artesanía Latina, Occre, Amati, C. Mamoli o Corel, por citar solo algunas, tienen un largo historial en la venta de modelos y materiales, y estos, en mayor o menor medida, siempre suponen una inversión determinada, que desde un punto de vista hay que desembolsar, teniendo en cuenta que en muchas ocasiones, el producto carece de fidelidad frente al original, sus contenidos no son suficientes en cantidad o en calidad, falta información adicional para los montajes, los planos se quedan cortos, faltan piezas o las piezas vienen defectuosas, ofrecen dudas en ciertos aspectos, las escalas no se corresponden, etc.

        Pero dentro del modelismo naval, como arte, hay muchas otras opciones y técnicas para poder construir un modelo, llevar a cabo la obtención de sus materiales y reunir sus piezas de manera autodidacta y personal, reduciendo de éste modo muchos de los pequeños problemas que ésta afición puede plantear. La técnica que se pretende mostrar, no obstante, está poco extendida, quizá por sus propios defectos, que, como todas las técnicas y los materiales, posee, y entre los que cabría destacar la calidad y la belleza de los materiales a veces empleados, cuya valoración es bastante relativa en relación con la clase de modelo montado, y el fin para el que se le destina.

Sin duda, dentro de las ventajas y los defectos de ésta técnica, que sin duda puede emplear muchos otros materiales, vamos a ver uno de éllos en concreto, curioso y revolucionario para ciertos modelistas navales que pretendan bajar el listón de sus inversiones al máximo, sin mermar sus oportunidades de construir cualquier modelo tanto en tamaño como en detalle, y que, paralelamente a su imaginación reúnan suficiente tiempo y voluntad para trabajar y preparar su propio producto: son las cajas de fruta.

Las “cajas de fruta”, que casi todo el mundo conoce por verlas apiladas a las puertas de supermercados, almacenes y tiendas de alimentación, tanto en los cascos urbanos como en los polígonos industriales, son esas cajitas que suelen contener frutas, verduras y productos similares, y están fabricadas con maderas de chopo grapadas entre sí, es decir, finas tablas procedentes del árbol del chopo, una especie que no suele ser muy común como materia prima para las maderas utilizadas principalmente en el modelismo naval, donde son más prioritarias las especies de mejor calidad, muchas de ellas traídas principalmente de los países de América Central y Sudamérica, otras también de suelo español, y que todos conocemos por su inclusión en los kits comerciales, y por su oferta en las tiendas de modelismo.

Precisamente en éstos países, donde principalmente se exportan éste tipo de maderas preciosas, se puede decir irónicamente, que muchas veces es donde más limitado está su uso como producto de modelismo propiamente dicho, y es que en algunos de éstos lugares no está tan desarrollado este arte como en Europa y Estados Unidos, --con alguna salvedad como Argentina, donde está muy desarrollado--, y donde algunas marcas se han hecho eco de auténticas multinacionales en el ramo. El motivo de tal afirmación puede radicar en que éstas maderas se producen para otros usos más sencillos que los destinados a un arte tan especializado como es el modelismo naval, ya que, una vez llegan las materias primas a los países europeos, y se adquieren por los grandes almacenes, se elaboran las piezas finales mediante avanzadas maquinarias electrónicas de corte y selección de tamaños y gruesos, al láser electrónico automatizado, de manera que su producción en grandes series es lo único que garantiza unos precios asequibles para una población normal, pero no deja de ser una industria poco habitual dentro del mercado de la madera, puesto que habría que invertir grandes fortunas para su transformación y la carpintería industrial ofrece, en un momento dado, más beneficios a largo plazo.

La técnica propuesta podría asimismo calificarse como una adaptación geográfica en cuanto a las mismas posibilidades, dado que en Castilla y el centro peninsular español, el chopo es mucho más habitual que por ejemplo, el roble, el eucaliptos, o el boj, que abundan y son más frecuentes en el norte, y éstas necesitan ser convertidas en piezas a través de más fases que las que presentan las cajas de fruta, que ya vienen hechas y cortadas, y que solo necesitan desmontarse, pero es obvio que en un espacio geográfico donde se cuenta con los recursos de maderas mejores, con la misma facilidad de obtención, podría elegirse otra gama de ellas que superarían las aquí propuestas.

Sin embargo, el misterio de la madera del chopo quizá se encuentre en la facilidad para su obtención, que es una de las especies españolas que más abunda, sobretodo en las tierras castellanas, su amplia gama de aplicaciones y la enorme cantidad de piezas que se pueden obtener con poco esfuerzo, además, claro está, como se ha comentado, el coste nulo que debo invertir en su empleo y adquisición,  sumado a otras características propias que iremos estudiando a través de éste trabajo.

Pero ¿qué es el chopo? ¿qué clase de madera posee para poder aplicarla a modelos navales?, vamos a verlo y a tratar de conocerlo todo sobre su naturaleza y sus posibilidades en el modelismo naval.

Hay que dejar bien claro que los materiales a tratar no pueden competir con las maderas tropicales de importación americana, de gran calidad y belleza en carpintería, o con los materiales industriales preparados y cortados con láser, ni pueden alcanzar en muchos casos la duración y resistencia de otros basados en maderas nobles, pues su naturaleza superaría en mucho a los que vamos a tratar, por ello, éste trabajo tiene como intención mostrar una de las muchas opciones que la madera de chopo, en éste caso, ofrece a los modelistas navales que desean, o bien avanzar un poco en el arte, sin verse muy comprometidos económicamente por los errores producidos en los modelos, o bien invertir lo menos posible en previsión de que sus gastos se destinen a otros usos personales más prioritarios, y en éste sentido, éste artículo pretende enseñar tan solo un camino nuevo.

viernes, 2 de diciembre de 2011

RECUÉRDAME....

"Cuando el viento haya borrado mis cenizas recuérdame a través de mis letras.....porque gracias a ellas, siempre estaré contigo...."

viernes, 4 de noviembre de 2011

RUINAS DE UN PASADO...


            No he comenzado a escribir este artículo con intenciones políticas. Tampoco era mi intención, cuando comencé a manejar el teclado, cambiar el mundo que me rodea, ni siquiera intentar lograr un ligero éxito aceptable, ya que cuando la suerte está echada, solo resta sentarse a observar los acontecimientos. Pero sí me he planteado contar lo que pienso y lo que ocurre, pues como escritor y como investigador, mi vida no tendría sentido si no llevase a cabo la labor para la que vivo, entre otras más principales.

            Cuando era apenas un niño, ya me asaltaban ideas e intenciones de cambiar muchas de las cosas que veía a mi alrededor, y cuando se las contaba a los mayores, éstos me enviaban a freír espárragos, por no decir algo más fuerte. Aunque aquello nunca me deprimió porque entre mis capacidades siempre ha sobrevivido la seguridad en mí mismo, tenía la amarga sensación, ya entonces, de que no escuchar era una apuesta que siempre conlleva riesgo, y hoy, en este momento, aún  conservo aquella sabia sensación como parte de mí.

            Siempre he mantenido la opinión de que, si dices la verdad, no importa lo ofensiva que ésta sea, ni tampoco que asuste a las personas o las haga entrar en pánico, controversia o dudas sobre uno mismo, ni que les obligue a pensar mal de quien las afirma. La verdad ha de prevalecer por encima de los deseos y las ideas, la verdad es sagrada, y es una sublime misión cuando uno se propone destaparla, o al menos recordársela a los demás como un favor personal. Y muchas de las verdades que he ido predicando a lo largo de toda una vida, me han proporcionado un buen número de enemigos, no sé si será casualidad que la mayoría de ellos, eran de la peor especie que habita entre los humanos, y los pocos que no lo eran, antes o después, han vuelto para darme la razón en algún momento de sus vidas.

            Siempre que trato de alertar sobre lo que está pasando cada momento en nuestra sociedad, al segundo saltan miles de combatientes de mil razas y especies distintas con la intención de acallar todo aquello que les cuesta dinero, poder o intereses, cubriéndole a uno de barro, de insultos o de amenazas, y es que no hay peor ácido que la verdad. Y cuando ya es casi imposible ocultarla, se trata de explicar como una verdad inventada, o como que uno está completamente loco, pasando por encima del cinismo de masticar esa verdad en cada rincón, como si fuera aire que respiramos. Pero es que estamos en el siglo XXI, y ya casi no hay verdades o mentiras, sino escenarios pintados y decorados como en una obra de teatro, y lo que no nos gusta se decora de nuevo y ya está, y si continúa sin gustarnos, se amuebla de otro modo y listo.

            Hasta hace 10 o 15 años como mínimo, se podía esperar que la vida tuviese unos valores y una esperanza, dado que la lógica aún no había comenzado su descenso al infierno, y para un país que siempre ha sido tranquilo, ingenuo y lleno de buenos deseos, era un aliciente que sostiene cualquier rasgo de buenas intenciones. A pesar de que esos valores cotizan en bolsa como todo en este mundo, y tienen sus caídas y sus auges, un pueblo como el que alberga España, goza de un carismático placer en ser como es, y vivir como vive, pero desconoce que los tesoros no son el oro ni la plata, sino aquello que se codicia por los demás, y que debido a esta circunstancia, alcanza un alto precio. Y nuestro modo de vida, además de nuestro hermoso rincón peninsular, así como nuestro estilo de personalidad, capaces de ser demasiado felices con demasiado poco, había de crear envidias y objetivos en pocos años, del mismo modo que en el siglo III, la brillante Roma atrajo con su esplendor a las hordas bárbaras de las estepas del norte, que habían de determinar su posterior desaparición, y de poco le sirvió ayudar a nacer a Bizancio, con sus inexpugnables murallas, porque lo que está destinado a convertirse en humo, lo será de todos modos.

            Sin embargo, lo peor de un pueblo no es que pierda su oro, o que tenga que enterrar a sus muertos, dado que eso lo hará antes o después, sino que pierda su propia identidad, que llegue un momento en que sienta la incertidumbre de hacia dónde avanzar, o qué pensar, o qué partido tomar en relación a los acontecimientos,  y en estos momentos, es lo que ya prácticamente podemos asegurar con total convencimiento. Cuando un pueblo pierde su identidad, desaparece irremisiblemente en poco tiempo. Esa identidad, que ha de conservar el pueblo para identificar a su propia tierra y a su propia estirpe, es lo que marca la supervivencia de las personas de un entorno, pero se suele confundir esa identidad con el simple nombre de una nación, haciendo que todo se pierda...., cuando en realidad, la identidad de un pueblo se basa más en la voluntad contra la corrupción, en el nivel cultural y en la eficacia de sus leyes. Los romanos sabían mucho de esto, ya que España fue uno de los legados más importantes que aquellos dejaron en su caminar, regalándonos su lengua en latín, su organización militar y el famoso derecho romano, que sembró las bases de la legislación moderna del mundo. Pero una de las herencias que los romanos intentaron dejarnos como regalo, y que constituye un valioso presente, en cualquier tiempo y época, fueron su espíritu de libertad, su patriotismo, y su ambición por superarse.

            Sin embargo, todo se gasta y se consume en nuestro planeta, como un alimento que tiene fecha de caducidad, y la sociedad hispana fue gastando aquella herencia tan exquisita y tan robusta, materia prima del imperio más grande que ha conocido la historia de los hombres, hasta llegar a nuestros días, donde ya no queda absolutamente nada. Hemos asistido a la tenebrosa degradación de un país que acogió al diablo con los brazos abiertos, envenenándose con los susurros más maquiavélicos que nunca se escucharon en ésta patria, aprendiendo malas artes y cosechando malos sentimientos, en lugar de aprender a trabajar y a pensar en el futuro. Hemos aprendido a confiarnos de los demonios surgidos de mil rincones podridos y perdidos antes que el nuestro, de donde aquellos huyeron buscando nuevas víctimas para saciarse de sangre ajena, y vinieron a sembrar el reflejo de una lejana época que quizá no se extinguió del todo, y que nos recuerda que la civilización, igual que avanza, puede recular con la misma velocidad y fuerza.

            España es un país que ha conocido la guerra entre hermanos, al igual que otros países donde abunda tanto la misma impotencia de espíritu, como los mismos deseos y cicatrices de venganza, y en esa llama nunca apagada, hicieron hoguera los comunistas para encontrar el modo de acabar con este pequeño y pobre reino. Dicen los sabios que no hay mejor modo de acabar con un enemigo, que usar de su misma fuerza contra él, y eso es lo que ha ocurrido con esta tierra, cuyos enemigos usaron la genética ignorancia y la falta de temperamento de este pueblo, para animar a la invasión de sus hogares y de sus vidas, sabiendo como bien sabían que ni moverían un pelo para defenderse.

            En esa batalla, fueron tejiendo una tela de araña día tras día, para encerrar en una trampa mortal a este país, antes de asestarle el golpe definitivo, mientras se llenaban las alforjas con las pocas monedas robadas a los trabajadores, encelados por un dios que nunca han visto, pero que han creído ver por todas partes. Es fácil engañar a un niño con golosinas, y los infantiles españoles, a quienes les gustan demasiado las copas, la juerga y el fútbol, nunca habían pensado que semejantes sanos vicios, podían salirles demasiado caros si alguien con hambre de pan y sangre, escuchaba la oferta estrella que se estaba fraguando tras los muros de los  palacios que los falsos demonios comunistas han venido ocupando de manera sagaz. Cuando llegaron, había mucho trabajo que hacer, muchos muros que derribar, pero nadie pensó que fueran tan rápidos. Es obvio que siempre es más difícil construir que destruir, que es más costoso ganar dinero que tirarlo, y que es más esforzado pensar y planificar, que dar una patada a los libros. Para los españoles la peor parte sería que es más fácil también imitar a la chusma corrompida, que a los ciudadanos inteligentes y responsables de Europa, y lo que se siembra, suele ser lo que se recoge. Hace más de diez años, comenzó la imitación de los invasores, de los cuales hemos aprendido todo lo peor que ninguna civilización, desde los bárbaros, había aportado a una tierra y a un reino.

            Ahora, tantos años después, cuando viajo con mi memoria a la niñez, echo de menos aquella época de mis abuelos donde todos nos llevábamos bien, nadie se sentía amenazado ni ofendido, todo el mundo podía pasear feliz, viajar a cualquier rincón de España o del mundo, y volver a casa sano y salvo. Recuerdo entre tinieblas apenas disipadas el tiempo en que mis hermanos y yo corríamos en las fiestas del barrio con los demás muchachos, conocíamos a todo el mundo, sabíamos de dónde eran, dónde habían nacido, quiénes eran sus padres, dónde trabajaban y lo que podías esperar de todos ellos.

            Aquel tiempo lejano y casi legendario, fabricó personas que confiaban en el mundo en que vivían, y toda la sociedad se esforzaba por trabajar y labrarse su futuro, haciendo lo que estuviese en su mano para mantener la vida en la que se desenvolvían. No conocían la actual falsedad, no albergaban tanta maldad en sus conciencias, y fueron capaces de formar hogares con menos dinero y menos opciones que en estos momentos, criando montones de hijos e hijas, que tiempo después construyeron el mundo que he conocido de hombre. No existía la violencia de género, porque los matrimonios se amaban más y tenían más razones para estar unidos, no existía una guerra a las puertas de tu casa, porque la única lucha que se libraba era cosechar el pan cada día y descansar lo suficiente para continuar el siguiente día,  se respetaban los derechos, las necesidades y la realidad de la vida, y la diferencia entre clases sociales se compensaba con la amistad y el amor que nos habían enseñado nuestros padres, al menos entre las personas de la misma clase, la clase obrera y trabajadora.

            Mis ojos aún pueden ver, como si fuera ayer, que los niños respetaban a sus progenitores, que escuchaban a los ancianos o a los maestros de escuela, y que el colegio era algo importante donde había que mirar hacia el mañana. En mi familia éramos muchos, pero hubo pan para todos, alegrías y regalos en navidades, sonrisas en los cumpleaños, aventuras en los veranos, calor en los inviernos, amigos fieles muy cerca, e ilusiones que se iban haciendo realidad, mientras aprendíamos que los valores auténticos no se compran ni se venden, sino que se siembran dentro de uno mismo, y que hay que regarlos cada día para que crezcan fuertes y sanos. Los años fueron robando una a una las estampas de aquel hermoso álbum que hoy casi solo conservo en mi mente y en mis recuerdos, aunque sé que lo que he conocido ha existido de manera auténtica y eficaz. Mis padres supieron enseñarme a distinguir lo bueno de lo malo, a organizarme y a aprender de los errores, a pensar lo suficiente para evitar los males mayores, a proyectar todo lo necesario antes de dar un paso, a trabajar para vivir aceptando los retos, a arriesgar solamente aquello de lo que dispongo y no construir castillos en el aire, a respetar a todo el mundo, a hacer amigos, a amar....

            Dicen que cuando un hombre es capaz de gobernar una casa, es capaz de gobernar un país, y cuando miro hoy a mi propia familia, tengo la sensación de estar observando un pequeño imperio con todos sus problemas políticos, sociales y económicos. Quizá sería demasiado ambicioso afirmar que siempre me he empeñado en considerar a mi nación entera como una especie de hogar propio, donde cada rincón es como una habitación acogedora, en la que me siento abrazado por sus raíces y por su historia, mientras me identifico con cada familia sencilla, abierta y sociable, me encuentre donde me encuentre, hermanándome con todos ellos de un modo profundo y especial. He mirado al mismo tiempo a España, con otra lente, y he visto que el caos que les controla y les esclaviza, contradice todo aquello que mis padres me enseñaron, y entonces, he comprendido en qué consiste nuestra perdición....

            Un país donde los hombres posan sus ojos en los ladrones y los asesinos, tomando su ejemplo, donde se elude el trabajo para que los demás nos mantengan, donde los vicios son la tarea buscada y perseguida, donde no hay ninguna base educacional mínimamente aceptable, donde cada persona es enemiga de sí misma y luego del resto, donde todo el mundo lo quiere todo al precio de nada, donde no se respeta el concepto humano ni el patrimonio, donde la amistad se apoya en los intereses, aunque soy consciente que esta borrachera de incertidumbre no responde a la imagen del pueblo español, sino que es fruto del tóxico catecismo que le han hecho tragar con maniobras inquisidoras.

            Un país donde se corrompen los ciudadanos desde el rey hasta el mendigo, pasando por funcionarios, empresarios y sobretodo los políticos y los jueces, que engordan terroristas, traficantes de drogas, de armas y de humanos, a cambio de los votos electorales, donde se evaporan cerca de 100.000  millones de euros al año en sobornos y en evasión de divisas, mientras otra buena parte similar se despilfarra alimentando ridículos personajes, y que acaba cruzando las fronteras hacia todos los puntos cardinales, donde no se respetan lo más mínimo los conceptos de pueblo, de Estado, de matrimonio, de familia, de educación, de derechos civiles ni penales o de nacionalidad.

            Hace muchos años que viajo por toda mi nación, hace mucho tiempo que observo a los ciudadanos normales de cada lugar del país, hablando con ellos, cambiando opiniones e inquietudes, y observo en sus palabras, en sus gestos y en su forma de ser, el reflejo de muchos de mis sueños, de mis necesidades y de mis deseos. Todos hacemos cosas parecidas, de modos muy similares, casi en las mismas fechas, y casi en los mismos lugares, lo cual me dice que podrían pensar casi del mismo modo que yo pienso, y eso convierte mi necesidad de luchar por la supervivencia, en una cruzada en la que no puedo dejar de lado al resto de mi pueblo, que son todas esas personas de cada rincón de España, y cuando amanezco cada día, con el sol, pienso en todos ellos de nuevo.

            Las personas se preocupan a diario por sus hijos, por sus cónyuges, por su salud, por su trabajo, pero hay una cosa por la que se preocupan de un modo curioso, por los recuerdos de su memoria. Cuando todo va mal, cuando aparecen momentos difíciles, cuando el temor o la desesperanza aparecen en el horizonte, del mismo modo que se coge un crucifijo y se trata de hablar con Dios, muchas personas abrazan entre sus dedos los recuerdos escondidos en su mente, acariciándolos con ansiedad y con desafío, tratando de encontrar energías y valor en las escenas pasadas, como si fueran un amuleto poderoso que nos protege, y es que resulta que ese simbólico sentimiento por el pasado, tiene tanta  energía que transforma todo aquello en lo que se posa, y quizá es por esta razón que me siento tan atraído por las imágenes del pasado, de cualquier pasado, es un hermoso viaje que proporciona sentimientos ambientados en nostalgias complicadas de describir, que últimamente inflan con especial fuerza algunas tonadas de músicas sublimes, haciendo que el espíritu cobre una dimensión casi mística.

            En esos ritos íntimos que se llevan a cabo en el corazón de cada ser humano, se mezclan patriotismo, paternidad, amor, ira, deseos de lucha y venganza, tristeza, dolor y otras muchas emociones, inflingiendo un tremendo duelo a la manera de pensar. Sin embargo, la nobleza llana de ese pueblo sencillo y sociable, el factor humano más puro que forma la gente normal de la calle, la que concede sentido a la vida y a la razón de existir, continúa siendo la misma, sana e indestructible, a pesar de haber dejado atrás los buenos tiempos, y esa personalidad debe seguir siendo así, indeleble e inquebrantable, aunque para que mantenga su eterna trayectoria de subsistencia, será necesario echar una mirada atenta a nuestro alrededor, y tratar de valorar los vestigios del pasado, todos aquellos que nos proporcionan la llave secreta y caprichosa de los secretos de la ciencia y la sabiduría, y que un día nos serán tan necesarios a la hora de apostar por la supervivencia.

            A pesar de todo ello, en mi mente se mezclan emociones fabricadas con la materia de los sueños favorecidos por los aportes de las aventuras vividas en los viajes, y la imagen percibida al mirar a mis propias hijas, y entonces deseo más que nunca, que mi pequeña y dulce descendencia pudiera crecer en el mundo que yo crecí, que hubiesen vivido en otro escenario ya desaparecido de ésta época, que se hubiesen convertido en mujeres dentro de aquel mundo en el que yo mismo me desarrollé, un mundo mucho más humilde y más tolerante, aunque no carente de desafíos y de enemigos, repleto de maravillas que ya han desaparecido o que están desapareciendo, y que ellas jamás llegarán a conocer, porque aquel pasado no volverá nunca, y la sociedad en la que su generación está caminando, jamás será capaz de construirlo de nuevo, ni tampoco serán capaces de entender ni comprender lo poco que queda de aquello que lleva miles de años sobre el planeta, y que tiene tanto misterio y tantas respuestas de tanta calidad.

            En el futuro, el único legado que quedará presente, como los restos de un naufragio a la deriva, serán los hábitos de las personas, enterrados entre los escombros de una indolente dedicación al sumo ocio, a la búsqueda del placer incondicional sin límites y al ahorro de esfuerzo y de trabajo desmedido, reduciendo las capacidades personales a lo más práctico de la especie humana, mientras intentamos medrar cada día en un vano sueño perdido hace tanto tiempo, que no figura ni en los libros. Dentro de esa cultura evaporada, que da vueltas alrededor de sí misma sin llegar jamás a encontrarse, los pensamientos se transformarán en instintos, representados lacónicamente por la necesidad de comer o de dormir, haciendo que el escenario en que esa sociedad se mueve, se reduzca a cenizas cada jornada.

            En algún punto del universo conocido, sobrevivirá algún pequeño eremita escondido en su propio e íntimo hogar, que invertirá ese placer impuesto al conocimiento y al descubrimiento de lo que está destinado a ser polvo y aire, y repasará la herencia de Grecia, Roma, la era de los Descubrimientos, la Revolución Francesa o la Revolución Industrial, que observará los últimos hallazgos arqueológicos, los últimos restos del arte universal en pie, o que leerá los clásicos incunables de la literatura universal, mientras piensa y rompe a llorar, sabiendo como bien sabe que queda muy poco tiempo para despedirse de todos ellos, que esta visión emotiva y llena de admiración es un privilegio exquisito antes de la despedida, antes de que los mefistofélicos hijos del caos aparezcan en el horizonte, dispuestos a borrar los últimos vestigios de civilización que asoman en este orden mundial convertido en ruinas.

            En esta antesala en la que arde la última llama eterna, la última vela encendida, en honor a estas ruinas del pasado, el espíritu alcanza su máximo esplendor cuando, entregado a la conciencia de entender lo que hemos sido, y lo que somos, pugna por escribir su último diario, a fin de trasmitir el grandioso valor de las imágenes vividas en otro tiempo, que sirvieron para educar una mente y una pluma, la misma que ahora os relata estas ingenuas y osadas letras, como recurso atrevido y desafiante, con la irónica intención de que sobrevivan del mismo modo que lo hizo el mundo antiguo.
             


lunes, 3 de octubre de 2011

SANTA TERESA DE JESÚS

En ésta lejana villa
con alma de piedra
del mundo hechicera
sin igual maravilla,

nació una escritora
en cuna dorada
hidalga nobleza
de fe cultivada,

En ésta villa
de caballeros,
murallas gigantes
bajo los cielos,

una noble dama
de nombre Teresa
con alma de plata
creció en esta tierra,

Y huye al alba
del calor del hogar
a tierra de moros
se quiere llegar,

porque el Cielo
le abra las puertas
junto al noble Rodrigo
la van a matar,

la niña Teresa
está enamorada
hogar castellano
alcurnia elevada,

se busca un marido
en el templo de Dios
con su pluma recita
carisma y dolor,

y rezaba a los cielos
con sus hermanas
viajera incansable
santa venerada,

tu historia es templo
de devoción
tu vida emociona
mi corazón,

Santa Teresa de Ávila
Santa Teresa de Jesús,
entre estas sagradas
murallas
el pueblo te honra
                                             con gratitud.

martes, 9 de agosto de 2011

LA MEMORIA ACUÑADA EN ORO.

Hace ya muchos años, desde que en 1979, el equipo del investigador y aventurero Mel Fisher, presidente de Treasor Salvors Inc., publicase para el mundo entero su libro EL TESORO DEL ATOCHA, como pequeño diario de una búsqueda incansable que duró 16 años y que le costó la vida de uno de sus hijos, dedicada al hallazgo de los galeones de la Flota del Tesoro, desaparecidos en 1622 durante un huracán tropical a la altura de los cayos de Florida, y de los que fue capaz de encontrar el Nuestra Señora de Atocha, y el Margarita, semienterrados entre las arenas de los fondos tropicales y silenciosos del Caribe.

En aquella aventura se mezclaban intenciones, experiencias y proyectos de todo tipo, tanto arqueológicas como económicas, a pesar de que el hallazgo abría de nuevo una puerta a un mundo ligeramente olvidado por una parte importante del planeta. Aunque en todos los tiempos y épocas se han llevado a cabo las aventuras de los pecios hundidos, cuando se producen hallazgos de esta magnitud, la historia nos recuerda que las minas del rey Salomón, es posible que se hallen bajo el agua y no bajo la tierra, exactamente del mismo modo que lo pensaron los filibusteros en aquel lejano siglo XVI, antes de lanzarse a buscar y abordar estos mismos galeones flamencos y castellanos que ahora duermen el sueño eterno bajo las cálidas aguas del Caribe.

De momento supimos que el montante superficial global del hallazgo, al menos el declarado ante la comisión internacional el día que se hizo público antes de la subasta de objetos para los museos, alcanzaba unos 400 millones de dólares de la época, sin embargo, hay razones para pensar que la realidad auténtica esconda como mínimo una mitad más de esta cifra al valor del hallazgo total, y entre los motivos de la diferencia están los que, como es habitual, hacen mezclarse en el asunto a la hacienda pública.

Pero si relacionamos esta cifra con otros hallazgos, o sospechas de hallazgos, más antiguos, esta cantidad es irrisoria. Por ejemplo, el famoso tesoro de Lima, supuestamente escondido en la isla de los Cocos, por un grupo de corsarios improvisados, después de que los nobles criollos tuviesen que salir corriendo con sus fortunas, ante el avance del libertador San Martín y de su socio Simón Bolívar, en el siglo XIX, alcanzaría la propina de unos 12.000 millones de nuestras antiguas pesetas españolas; en otro remoto lugar, tenemos también el tesoro confesado en el pie del patíbulo por el capitán Olivier Le Vasseur, conocido con el apodo de La Buzze (la lechuza), y buscado en la isla de Mahé, en el archipiélago de las Seychelles, frente a Madagascar, por un empresario que ganó su ruina persiguiendo el misterioso sueño.... 

Pero el más famoso de todos, el líder indiscutible de la leyenda por excelencia, y el culpable de los cuentos que siempre se han contado por la noche a los niños, antes de irse a dormir, haciendo que sueñen con aventuras emocionantes, llenas de acciones intensas e intrigantes, ha sido sin duda el tesoro de William Kidd, y quizá es el único que en muchas ocasiones se confirmó como cierto. Aunque no se sabe la cifra exacta a la que sube el supuesto tesoro de este pirata, y salvando que se hallan inventado detalles por escritores, historiadores o creadores de fantasías, sabemos que tuvo que enterrar el contenido de las bodegas de su nave en una isla de Pacífico, ante la inminente captura de su tripulación por los marines ingleses, en una operación de caza. De ser cierto, con bastante probabilidad, aquel tesoro no excedería de un puñado de arcones y cofres llenos de ducados de oro y piezas de a ocho de plata, pero debía ser lo suficiente bueno, en aquel tiempo, para garantizarle una buena vida para el resto de la que achacosamente le quedaba. Para su desgracia, no pudo disfrutar de ello, pues fue ahorcado en Wapping el 23 de mayo de 1701, donde estuvo su cuerpo suspendido en el interior de una jaula de hierro durante 10 días.

El botín de nuestro amigo Willi no debió tener parangón con el que supuestamente se encontró otro famoso pirata, John Avery, conocido también como Long Ben, Henry Avery o capitán Singleton, aunque el nombre por el que sería más famoso era Capitán England, y la leyenda dice que fue el que ideó la bandera pirata que lleva una calavera con dos sables cruzados, bajo la cual decidió atacar la flota del Gran Mogol, en aguas del Mar Rojo, llevándose además a su hermosisima hija. Cuentan que entre mucho otro inventario del tesoro, almacenaron en sus bodegas más de cien mil piastras de plata, cien mil cequíes y una enorme infinidad de joyas.

Hubo miles y miles de piratas, en todos los tiempos y todas las épocas. Nunca se podrían nombrar a todos, si no nos limitásemos a hacer una mención de algo de lo más conocido. Entre los berberiscos estaban los hermanos Barbarroja, y Dragut Rais, al que llamaban la espada del Islam; en Cornualles operaba la familia de los Killigrew, haciendo muchas veces abordajes, y otras de naufragadores; en 1523 el francés Jean D’Ango asaltó los primeros galeones en aguas del Atlántico, haciéndose con los tesoros que Cortés enviaba al rey Carlos V, como prueba de lo que se estaba encontrando en el Nuevo Mundo, y también destacó Jean Bart, de Dunkerke, al que se consideraba un mosquetero del mar; entre los ingleses de la época de Felipe II, los más famosos son Francis Drake y John Hawkins, a los que se derrotó en San Juan de Ulúa, abriendo la veda contra los españoles; sin duda, la Cofradía de los Hermanos de la Costa, configuró la imagen de los auténticos filibusteros, que son los piratas clásicos de toda la vida, entre los que dejaron su firma el francés Jean David Nau, conocido como el Olonés, el holandés Edward Mansvelt, D’Oregón, el valeroso Pierre Legrand, que inició la época brillante del filibusterismo, Warner y D’Esnanbuc, que intentaron crear colonias en las Antillas, De Poincy o Levasseur.


Sin duda, uno de los caudillos famosos por antonomasia, que sabemos que existieron con toda seguridad, fue Henry Morgan, que marca una época propia, logrando tomar la ciudad de Panamá, su sueño, protagonizando el ataque a Portobello con tan solo 400 filibusteros; podemos recordar al holandés Van Horn, objetivo de la leyenda del “holandés errante”, donde juega una partida eterna de ajedrez con el diablo, apareciéndose a los navegantes, así como a sus compinches De Grammont y De Graff, con quienes asaltó Santiago de los Caballeros, en la América española; de su misma época son Coxon y Bartolomé Sharp, Cook, el capitán Gronet, John Davis y Swan.

Seguramente si nombramos a Edward Teach, habrá algunas personas que duden de su identidad, hasta que digamos que se trataba de Barbanegra, el famoso pirata legendario, heredero de la época posterior a los filibusteros, sus andanzas son famosas a partir de 1718, hasta que el teniente Robert Maynard colgó su cabeza del bauprés de su nave, acabando con su leyenda, o iniciándola en ése momento, quién sabe....; de ésta época podemos contar con Stede Bonnet, segundo de Teach, William Lewis, Edward Low, el capitán Fly, que operó en el continente americano y en las costas de Africa, Charles Bellamy, Howel Davis o Richard Worley; asimismo, tenemos a un famoso pirata de cuentos que es el galés Bartolomew Roberts, el enemigo eterno de los habitantes de Barbados y Martinica, conocido como Bart el Negro; tampoco podríamos olvidar al extraño pirata que pasó a la Historia por sus buenos modales y cortesía con los vencidos, Misson; a finales del siglo XVIII operó también el famoso Jean Laffite, que reinaba sobre toda una organización de piratas.

Repartidos entre épocas y períodos tenemos un gran repertorio que sería interminable, entre los que destacan Walter Raleigh, del tiempo de Drake, René Duguay-Trouin, que hace aparición hacia 1695, y mujeres piratas como las famosas Mary Read y Anne Bonny, que junto a la goda Alvilda, de la época de los vikingos, Charlotte de Berry, o la famosa Ching Shih, que operó en el mar de China y llegó a capitanear una flota de más de 1000 navíos, forman la parte femenina de la piratería; así podríamos seguir reuniendo personajes destacados sin fin, como Thomas Tew, Bennet Graham, conocido como Benito, John Taylor, Charles Vane, John Phillips, Edward England, pirata ingles muerto en 1720, Robert Surcouf, el escocés John Paul Jones...

Historias de piratas, de oro y de aventuras...., pero realmente, teniendo en cuenta que es tan difícil separar la leyenda de la realidad, si nos detenemos a meditar sobre el asunto, veremos que a día de hoy las historias de piratas no han cambiado tanto, de hecho han cambiado muy poco, puesto que en el presente estamos sufriendo a diario los ataques de piratas, incluidos los abordajes a barcos, salvo en que aquellas aventuras debieron transcurrir en un entorno realmente sugestivo, casi surrealista, ya que a una época donde la ley y las normas civilizadas no existían básicamente, le sumamos una falta total de medios de defensa por parte de las naciones, unos primitivos sistemas de comunicación y unos momentos en que la reunión de determinadas capacidades, pueden decidir hacer muy rico o muy pobre a un hombre, tales como el valor, la pericia en el mar, la rebeldía, y la fe en uno mismo.

En nuestro tiempo se sigue robando y saqueando, sin embargo, de alguna manera, falta algo para que podamos comparar a aquellos piratas y a su tiempo con los nuestros, hay algo que se nos escapa. De momento, las capacidades invertidas hoy en los delitos cometidos no tienen comparación con las que hacía falta poseer en aquellos tiempos, donde no existía el reconocimiento de los derechos humanos, ni el respeto por la vida si eran capturados, sabiendo como sabían que la pena de muerte era su único destino. Al mismo tiempo, debían dirigirse a lugares totalmente desconocidos, sin puertos, sin confianza en poder alimentarse, sobrevivir o conseguir no hundirse en el camino, rodeados de enemigos, de tormentas, de caníbales, en un cascarón de madera donde los primeros competidores son los compañeros de abordajes, y cuantos menos sumen, a más se toca en el reparto, moviéndose entre conspiraciones, amenazas y peleas por el oro y por la falta de opinión o entendimiento.

Es cierto que eran auténticos rufianes, proscritos en todos los rincones donde aparecieran, siempre dispuestos a robar, matar o engañar, criminales de la peor especie, o mercenarios al servicio de cualquier capitán que les prometiese suficientes beneficios en la empresa, como para jugarse la piel a cualquier precio. Sin embargo, es igual de cierto que no fueron ellos los creadores de su época ni de las condiciones de vida de su tiempo, no fueron los que decidieron reinos, feudos o guerras contra otras naciones, decidiendo al mismo tiempo la parte que les tocaba a los pueblos que dependían de esas decisiones, y cuando se repasa la historia, no es tan difícil comprender que hoy, contando con tantos avances científicos, no estamos tan lejos de identificarnos con ellos.

La mayoría de ellos nunca volvía a casa jamás, a pesar de que otros muchos no tenían intención de hacerlo porque les estaban buscando para ahorcarles, pero el hecho de pensar que no se tiene futuro de ninguna clase, puede minar de un modo poderoso la moral, y sin embargo, aquellos piratas seguían adelante, por el oro, por la aventura, por una vida de libertad, sin leyes ni normas, sin limitaciones impuestas por banderas, religiones, tradiciones o fronteras políticas, sin protocolos sociales de ninguna clase que no fueran los que ellos mismos decidían. Y aún así, cuando habían tenido la buena fortuna de hacerse con un puñado de monedas de oro, las gastaban tan rápidamente en las tabernas o en el juego, que no tenían casi tiempo de contarlas, de modo que había que volver al mar a buscar otro puñado de calderilla para seguir sobreviviendo, y quizá en el siguiente intento se acabase su suerte, pues hay que recordar que todo el mundo les busca, y que siempre les pisan los talones, en cualquier lugar y momento, y un despiste les llevará a la muerte.

Para la mayoría de los que debieron integrar casi todas las tripulaciones, al margen de haber logrado más o menos éxitos en saqueos y abordajes, la vida seguía siendo una auténtica miseria, porque solamente participando como organizador de empresas, o como capitán de piratas, uno se podía agenciar una buena parte del botín, siempre que se siguiera con vida. Esto significa que no debieron ser dueños de un gran patrimonio, salvo un saco de marinero, algún cofre de sencillas pertenencias y la ropa que llevaban puesta, y cuando se moría en combate, todo esto era repartido entre el resto de los tripulantes, o con muchísima suerte, devuelto a sus familiares, ya que su cadáver encontrará un hueco en el fondo del mar.

Los arqueólogos siempre han encontrado restos de ellos en todo el mundo. Cada día se llevan a cabo excavaciones y descubrimientos apasionantes sobre los piratas de todas las épocas, y es que sabemos tan poco sobre ellos, que su vida y su historia puede ser comparada con los misterios del universo, aunque este pequeño universo lo tenemos aqui, en nuestro planeta, sin necesida de volar por el espacio sideral. Del mismo modo que aquellos hombres salían al mar a buscarse la vida, sin temor y sin arrugarse ante nadie ni ante nada, mantenían el secreto de sus vidas o sus hazañas, en silencio, y esto, lamentablemente, hace que hoy, siglos después, no podamos conocer la veracidad de sus leyendas. La mayoría ni siquiera sabían leer o escribir, salvo un puñado de líderes o capitanes, algunos con origen en la nobleza, y aceptaban sus destinos sin protestar ni pedir explicaciones, porque entre otras cosas, muchos no tenían otra salida, y era más cómodo pegar un sablazo o un tiro, que pasarse miles de jornadas en el campo arando y cultivando, para tener acceso a un mísero mendrugo de pan, y aún así, ser estafado por la iglesia y las clases nobles, de todos modos.

Al convertirse en piratas, aquellos navegantes ya no son siervos de señores, sino señores de los mares, ya no son esclavos de un destino, sino que escriben su propio destino con su vida y sus batallas, ya no están condenados a arrastrar una existencia sellada de miseria, carencias y abusos, sino que tienen una oportunidad de hacerse ricos, si el botín es bueno y la campaña esta bien planificada, con opciones de éxito.  Al convertirse en piratas, aquellos hombres abren rutas en el mar, conocen el planeta, hacen descubrimientos geográficos y establecen contactos con otros pueblos, razas y religiones, dando un paso de gigante en proyectos que gobiernos bien organizados, no son capaces de conseguir. La vida del pirata está plagada de peligros, dolores, enfermedades e incertidumbres, pero eso es algo que ya tenía antes de lanzarse al mar, por lo que todo lo que lleve a cabo en sus correrías, nunca le hará temer nada que no tenga que vivir en tierra de la misma manera, y como no tiene nada que perder, todo lo poco que gane siempre será un beneficio.

Pero lo más importante, lo que más brilla con nombre propio cuando les nombramos, o cuando pensamos en ellos, es su leyenda. Todo lo desconocido o lo misterioso atrae con una fuerza muy especial, haciendo que se excite la imaginación y la fantasía, haciendo que algo que es tan terrenal, algo que es tan común al resto de los hombres, alcance un poder de seducción que revoluciona todos nuestros sentidos. ¿Qué vieron y vivieron aquellos hombres durante sus aventuras? ¿Qué secretos escondían en sus mentes que nunca hemos desvelado? ¿Dónde están sus tesoros o sus vestigios? ¿Qué historias increíbles hubieran podido contarnos de sus propios labios?

Es indiscutible que muchos de nosotros daríamos lo que fuera por conocer la verdadera historia de muchos de sus personajes, sin máscaras inventadas, sin adornos, y saber qué es lo que se fraguó en las cámaras de sus barcos, cuando se reunían en mitad del mar y de la noche, a planificar los asaltos o los abordajes, qué es lo que decidían y sobre qué, cómo se organizaban y qué conocimientos poseían sobre el mundo en el que se desenvolvían y en el que luchaban. Con toda seguridad, podemos afirmar que los nombres más famosos que han llegado de alguna manera hasta nosotros, y que forzosamente corresponden a dirigentes, en lugar de a simples marineros, no suponen más que un 1% de los piratas que existieron, y que, entre los que jamás conoceremos ni sabremos su existencia ni sus nombres, debió haber auténticos héroes y guerreros del mar, a pesar de ser delincuentes.

A pesar del valor económico que poseen los objetos que siguen siendo hallados, sobretodo en oro y plata, a menudo por su valor artístico o histórico, el auténtico valor de los restos que aparecen de vez en cuando, referentes a la época de los piratas o los conquistadores, a sus vidas o a sus historias, no es realmente en dinero. A pesar de que muchas fortunas arqueológicas continúan desvelando de un modo caritativo pequeñas piezas ansiadas por museos y coleccionistas particulares, jamás podrían compararse con una carta escrita de puño y letra por cualquiera de sus capitanes, o por un mapa dibujado por alguno de sus corsarios, o por los restos de ropajes vestidos por cualquiera de sus bucaneros o filibusteros, porque todos estos objetos, sin ser de oro, son la esencia misma de aquellos que lo protagonizaron, en cuerpo y alma.

Sabemos que en el Archivo de Indias, de Sevilla, existe un auténtico tesoro en manuscritos que datan, entre otras épocas, del periodo que va desde 1530 aproximadamente hasta principios de 1800, que es el lapso de tiempo durante el cual se desarrolla la pirateria que ostenta nombre propio en su concepto más personalizado, es decir, los piratas del mar. Pero no es el único lugar que posee estos materiales. Repartidos por toda Europa, existen fondos celosamente protegidos y guardados, donde se conservan manuscritos originales de muchos de aquellos adalides históricos y legendarios, sin hacer mención de colecciones particulares desconocidas, a veces, gracias al contrabando de piezas robadas.

En virtud de ello, podemos afirmar que hoy en dia, el auténtico tesoro son los vestigios originales de aquellos que buscaban el oro y la fortuna, por todo lo expuesto hasta aqui, y porque entre los misterios más grandes que se niegan a negociar con las generaciones modernas, están las leyendas de los piratas, su historia, sus secretos, los detalles de sus vidas, los lugares que visitaron o donde dejaron su huella. Hombres que eran corruptos y mercenarios, muchas veces por necesidad, no tantas por afición o falta de escrúpulos, víctimas de su propio tiempo, como hoy día lo somos también del nuestro. Pero en nuestros días todo queda anotado, grabado, sellado, confirmado o notariado, a diferencia de la de ellos. En nuestros días solamente tiene algo de misterio la corrupción política o criminal, y los hilos de sus movimientos son sumamente vulgares.

Cuando encontramos los restos de un pecio, de una tumba o de algún objeto enterrado, de la época de los descubrimientos o de la era de la piratería, estamos abriendo la puerta del tiempo, viajando a través de un túnel emocionante que nos muestra esos misterios, que nos los pone en las manos, aunque no seamos capaces de descifrarlos del todo. Cuando somos elegidos para gozar del don de poder tocarlos y tenerlos en nuestras manos, estamos siendo agraciados con el don de acceder a los secretos que aquellos hombres se llevaron a la tumba para siempre, sin dejar constancia de ellos, y es posible que la mayoría de los que hallamos, nunca los podamos conocer. En esos momentos, nos asaltarán miles de interrogantes sobre lo que tenemos delante, y nos preguntaremos por cuántas manos ha pasado una simple moneda hasta ser descubierta en estos momentos por nosotros, o cuánta sangre ha corrido para poseerla, cuántos dueños ha tenido cada arma, o cuántos ojos han mirado y leído cada papiro y manuscrito aparecidos.

Por ello, el hecho de arrancar a los hallazgos el oro o la plata, no se convierte en una mina industrial, sino que es el legado de una memoria ancestral y llena de interrogantes que debemos proteger a toda costa, y en todo momento, que debemos valorar de un modo muy especial, con mucho entusiasmo y mucha prudencia, porque en cada pequeño trozo arqueológico encontrado, existe un diario muy grande escrito por personas que vivieron en otro tiempo, y que tienen mucho que contar, mucho que confesar o que aportar a la Historia. Esta memoria siempre estará acuñada en oro, aunque sus materiales sean de papel, de tela, de madera o de vidrio, siempre será el oro de la historia el que debemos valorar y no el metal que cobramos a precio de mercado, porque esta memoria es mucho más valiosa que todos los libros escritos o por escribir que los hombres se esfuercen en crear a lo largo de los tiempos, ya que son la prueba viva de la existencia de aquello que se sospecha o que se persigue, o de lo nunca se ha sospechado siquiera, pero que aparece un día, revelando que estuvo allí, y que pasó por allí.

Debemos seguir valorando y protegiendo esa memoria acuñada en oro que representan los vestigios de aquellos que protagonizaron un tiempo y una época, porque con toda seguridad, que tendrían mucho que enseñarnos incluso en nuestros modernos y cómodos tiempos de la electrónica digital, y de los satélites, pues mientras profanamos su recuerdo, estamos profanando nuestro derecho propio a conocer la realidad del reflejo de todo lo legendario, y todo lo fabulado a lo largo de siglos, a veces milenios, perdiendo la oportunidad de asombrarnos de lo que posiblemente podamos descubrir, en la aventura de viajar al pasado.