“Dedicado a mis amigos y compañeros del
Puesto de la Guardia Civil de Ávila”
Solo pasamos una vez por la vida, solo recorremos una senda
hasta el final y no solemos tener muchas oportunidades de elegir cómo será y
qué ocurrirá en élla. Cuentan desde siempre que ese camino es tan corto que
cuando comenzamos a aprender en él, es demasiado tarde para obtener partido de
sus incógnitas más difíciles, de sus trampas más complicadas, pero hasta en las
peores cruzadas hallaremos momentos que podrían compensar las peores
cicatrices, las más dolorosas derrotas, los pensamientos más crueles o los
sentimientos más tristes anclados en algún capítulo de nuestra historia.
Para este autor ese momento tuvo lugar el 2 de octubre de
2018…
Todas las profesiones especializadas tienen su misterio, su
mérito y su dificultad, todas las trayectorias guardan lágrimas y trofeos, pero
existe una profesión especialmente diseñada para unir a los hombres bajo algo
más que un ideal, bajo algo más que un símbolo, bajo algo más que una bandera:
las Fuerzas Armadas y dentro de ellas, la Guardia Civil española.
Llevo en este momento un cuarto de siglo trabajando dentro de
una gran Unidad que me convierte en policía, soldado y militar de la OTAN, una
Unidad importante dentro de un Cuerpo especialmente importante, y dentro de
ella encontré algo mucho más relevante que una profesión, encontré una familia
de amigos y compañeros que se convirtieron en la mayor razón para vivir dentro
de los años que recuerda mi memoria, en la mejor apuesta por la vida que un
guerrero, acostumbrado a echar un pulso con la melancolía y con la muerte,
podría soñar con llevar a cabo. Ese trofeo lo hallé entre los brazos del Haz de
Líctores, la mejor carta de presentación con que un soldado podría mostrarse
ante el mundo y sentirse orgulloso de lo que es, de lo que hace, pero todo en
esta vida tiene un precio...
Todos aquellos amigos que compartieron conmigo tantos años,
tantos días, tantas noches de insomnio, tantas millas gastadas, tantas alegrías
y tristezas, tantas esperanzas e incertidumbres, tantos riesgos y tantas dudas,
tanta fuerza y tanta hermandad, se iban a alejar de mi vida para siempre, sin
apenas sospecharlo, casi de un día para otro, aunque ellos decidieron en el
último minuto valorar a este caído soldado con mucho más corazón de lo que el
mundo y el destino lo han hecho jamás, eligiendo despedirme con un
impresionante homenaje, por sorpresa, para recordarme que sigo siendo uno más
de todos ellos, que seguimos todos

juntos, todos unidos por el mismo uniforme,
por los mismos recuerdos, por un mismo sentimiento de grandeza y hermandad, por
un mismo sentimiento de valor y fidelidad, comprometidos con una causa común
que justifica estas letras, que justifica una vida y una filosofía personal y
extraña que solamente comprenden los que están dentro, que compensa con su
existencia todos los males que la suerte, la fatalidad o la desgracia puedan
llegar a sembrar en el camino de este guerrero herido mortalmente en la
plenitud de su vida, que siempre les llevará en su mente y en su corazón para
siempre, se hallen donde se hallen, por muchos avatares que se empeñe en
fabricar la vida, por mucho tiempo que la Historia pueda contar en libros
viejos, porque estando todos juntos somos invencibles, porque estando todos
juntos estamos escribiendo las páginas de nuestro relato, estamos comprando la
eternidad…
A todos esos compañeros de batallas… gracias, amigos.
Fernando
G.F.
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