miércoles, 12 de agosto de 2015

¿HISTORIA O FICCIÓN?: LA LEYENDA DEL CAPITÁN.


 

 
            ¿Cómo nace una obra literaria?

            ¿Cómo se transforma de ser una hoja en blanco que no dice nada, a ser una obra escrita, que lo dice todo?

            Las obras literarias, al igual que las personas, tienen vida propia, y por lo tanto, poseen una trayectoria de existencia, una razón para nacer. Es por ello que se suele afirmar, que un libro es como una persona que tiene algo que contarnos.

            Hace 28 años, en un remoto rincón, sumamente sencillo y rural, nacía La Leyenda del Capitán. Todo el fondo bibliográfico utilizado para su creación, entonces, fue un vulgar folleto turístico, de una ciudad costera española, pero en aquellos momentos le sobró para abrir sus ojos al mundo.

            Aún así, ver plasmada la realidad de un proyecto, de una idea, en un volumen impreso, es una empresa sumamente larga, paciente y llena de trabajo. Su resultado, al igual que cuando nace una persona, nos dirá si valió la pena.

            Hay quien asegura que la labor del escritor, al inventar historias, dotándolas de personajes que gozan de su propia personalidad, de carácter, características y destinos propios, como en la vida misma, nos sitúa un poquito más cerca de Dios, porque de alguna manera, nos estamos empeñando en imitarlo. Quizá al fabricar esos protagonistas, concediéndoles una imagen, haciéndoles vivir, sufrir y morir, nos encontremos jugando con sus sentimientos −o con los de los lectores−, y adoptemos de alguna manera una curiosa responsabilidad, o quizá incluso, seamos un poco herejes, al tratar de plagiar la obra de la Creación, plasmada en letras.

            Los ideales y la moralidad de nuestros lectores, en todo caso, tienen la última palabra, ellos serán nuestro exigente jurado. Nos darán o nos quitarán la razón al enjuiciarnos, según sus convicciones, cuando se emocionen con sus capítulos.
 

            Al crear una historia nueva no conocida, de algún modo estamos materializando mágicamente los escenarios que ocurren en sus páginas; sucesos como el amor, el dolor, el odio o la muerte, son tan humanos, que no importa que un personaje de ficción, con nombre ficticio, los protagonice, pues el carácter con que lo viste el escritor, lo transforma en alguien real, de carne y hueso. Ese personaje lo podemos ver reflejado a diario en cualquiera de las personas que nos rodean, o en aquellas que, aunque no conozcamos, intuimos que existen. Tan parecidas y tan familiares como nuestros archiconocidos héroes o tiranos novelados. Tan adorables o temibles como aquellos que la pluma fabricó. Porque en el fondo, somos humanos, y lo mejor que sabemos hacer, es reflejar todo lo que es más humano, más cercano, más posible.

            Entonces pasearemos por una calle o una plaza cualquiera, cuyo nombre aparece escrito en la obra, y sentiremos que ellos están allí, a nuestro lado, que nos observan. Sentiremos que la historia cobra vida, que tiene aliento, voz, que respira y suspira, que su corazón late..., y es entonces cuando la obra literaria, con nombre propio, cobra fuerza, emana tanta luz propia ante las emociones mundanales de las personas, que éstas se deleitarán participando de las mismas sensaciones y emociones que sus protagonistas, en aquellos rincones novelados donde todo tuvo lugar, donde todo se llevó a cabo, dentro de esa otra dimensión invisible construida con tinta.

            En repetidas ocasiones, a lo largo de los años, nos sentiremos identificados con muchos de ellos, y nos preguntaremos qué haríamos en su caso, qué pasos hubiésemos dado de ser nosotros quienes tuviésemos que elegir dentro del escenario, de tener que decidir ante el desenlace de su destino. No importa si somos héroes, villanos, princesas, víctimas o alguien que pasaba por allí. Serán tan reales como la vida misma. Nos sentiremos al leerlos, tan implicados como ellos mismos en la maravillosa o fatal espiral de su razón de ser.


                                                                                  Ávila, 17 de julio de 2015.

 

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