Cuando
Cristóbal Colón llegó a tierras americanas, contactó con las primeras tribus
indígenas pertenecientes a la familia de los taínos, unos pueblos pacíficos que
fueron los que establecieron los primeros contactos con las culturas europeas.
Aquellos indios iban desnudos, eran imberbes y poseían unos conocimientos
básicos que les permitían vivir en un hábitat sencillo y ancestral. Los taínos
cultivaban en las Antillas algunas cosechas en el conuco (huerto). La mandioca o yuca era básica en su dieta, que
crecía fácilmente en el trópico. Usaban barcos para comerciar con las tribus
mesoamericanas (mexicas, mayas, etc). Las mujeres vestían trajes largos y
anchos, de vivos colores, hasta los pies, se pintaban la cara con anilinas
vegetales, usaban sandalias y tejían hamacas, mochilas, cintillos y pellones.
Los españoles les describían como seres pacíficos y amables, para
diferenciarlos de los hostiles caribes.
A partir de aquel momento, a raíz de
las oleadas de conquistadores, aventureros y navegantes colonizadores que
recalarían en las costas de las islas caribeñas, y en el continente, las
sucesivas generaciones que conocieron a los distintos habitantes de las Indias,
se fueron encontrando con numerosas tribus que ofrecían un curioso abanico de
pueblos y culturas misteriosas, muchas de las cuales tenían un origen común.
En la zona oriental de Venezuela,
haciendo frontera colonial con los llanos del norte del río Orinoco y el golfo
de Paria, frente a Trinidad, habitaban distintas tribus de los Guaraníes y los
Tupíes, extendiéndose tierra adentro, así como los Arawak, o Arawacos, que
habitaban la zona de las Antillas desde el siglo XV, ocupando una franja que se
extendía desde la Florida hasta las Bahamas, Venezuela, el Perú occidental, el
sur de Brasil, Bolivia y Paraguay. Los españoles trajeron numerosas
enfermedades que comenzaron a exterminar a los Arawacos rápidamente, aunque
otros crearon mestizaje con los españoles además de otros indios. Las tribus
eran dirigidas por jefes, en cuya estructura social, la sucesión la decidía la
mujer, que dominaba las rancherías, casi siempre relacionadas familiarmente en
un mismo poblado. A los Arawak les gustaban mucho los juegos, practicaban uno
llamado batú, parecido al fútbol,
tejían cestas, mantas de algodón, instrumentos de madera y piedra. Llevaban
joyas de oro, piedra, hueso y cáscara. Practicaban bailes llamados areytos, bebían alcohol de grano fermentado
y fumaban cigarros. Tenían unos sacerdotes o chamanes llamados bohiques, aunque unos caciques
gobernaban las provincias. Rendían culto a los muertos, que colocaban en
bóvedas de piedra cubiertas por lajas.
Durante los siglos XVII y XVIII,
comerciaron con los ingleses y los holandeses. Sus productos eran básicamente
fabricados en cerámica, madera y metales. Sus principales rivales, los caribes,
eran agresivos y diezmaban sus poblaciones. Los Siboneyes eran más pacíficos
que los Arawak, y tenían tratos de trabajo con los taínos, a los que
contrataban como siervos. Los pueblos arawacos se rebelaron contra los
españoles, debido principalmente a los malos tratos y la esclavitud, morían
bastantes en las guerras y también debido a enfermedades como la viruela, pero
otros sobrevivieron en las montañas. Su mano de obra esclava era débil, por lo
que al faltar miembros suficientes en los poblados, fueron sustituidos con el
tiempo por esclavos africanos, más fuertes, para el trabajo de la caña de azúcar
o el algodón en zonas como La Española, Jamaica y Cuba.
Otros grupos eran los Nepoyas, los
Suppoyos de Trinidad, los Iñeris de las Antillas Menores, todos los cuales
habitaban la costa este de América del Sur antes de la llegada de los grupos caribes,
que propiciaron sus migraciones hacia el interior, o hacia el norte del
continente. Hacia el siglo XVI, todas estas tribus sufrían los ataques de los
caribes, que robaban mujeres y niños para emplearlos como alimento en orgías de
antropofagia, o para venderlos como esclavos a los españoles primero, a los
ingleses y holandeses después. Concretamente en 1520, hubo ataques a la
población de Nueva Cádiz, en la isla de Cubagua, y al fortín del río Cumaná, en
Tierra Firme, debido a la explotación de los yacimientos perlíferos. Entre las
tribus víctimas se hallaban también los Chané, enemigos de los Avá, aunque al
interior de la región del Amazonas encontramos a los Caquetió, cuyas mujeres
eran muy bellas, y estaban en relativa paz con el resto de las tribus.
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