Tenemos
vestigios que han animado a algunos científicos a sospechar que en el antiguo
Egipto de los faraones, tal como revelan unos misteriosos bajorrelieves
existentes en el templo de Hathor, en Dendera, se podría haber conocido la
bombilla eléctrica, del tipo de las lámparas de arco eléctrico fabricadas según
el principio de los tubos de Geissler, o los tubos de Crookes, gracias a la
cual, hubieran sido capaces de pintar los jeroglíficos de las profundas tumbas
de los reyes, sumidas en subterráneos secretos, donde no se han detectado
señales del uso de antorchas en los materiales de sus muros, y que a día de
hoy, todavía no se confirma el método utilizado. También debemos contar con el arte de la
momificación, la arquitectura de las pirámides o las herramientas usadas para
realizar taladros perfectos en sus sillares. Todas éstas técnicas y creaciones,
arrojan unas preguntas clave no resueltas aún en relación a esta civilización,
¿qué conocimientos tenían en aquel momento para poder llevar a cabo esos trabajos?,
y lo más importante, ¿quién y cuándo les enseñó a los egipcios aquella ciencia?
Hemos asistido de una manera repetida a lo largo de muchas décadas, a la triste
realidad de saber que en la actualidad no podríamos construir en pleno siglo
XXI las pirámides egipcias, por muchos métodos modernos o maquinaria que usemos
en el trabajo… ¿cómo es posible que hace casi 5000 años fueran capaces de
superarnos? A pesar de esta teoría, los egiptólogos han interpretado los
bajorrelieves como el intento de plasmar al dios Horus, transformado en
serpiente, que emerge de una flor de loto representando el principio dualista
de la Creación ,
al estilo del Génesis, que se manifiesta a través de la conciencia.
Pero no son los egipcios los únicos que
nos pueden sorprender. Se sospecha asimismo, en virtud de otras teorías, que
alguien pudo ser capaz de volar en las Pampas de Jumana, dentro del desierto de
Nazca, en las proximidades de Lima, Perú, para ayudar a crear las enigmáticas
líneas y geoglifos zoomorfos que se observan en su superficie, de unos 500 km2,
con una visión desde las alturas que resulta inconcebible para una cultura de
la que sabemos poco. Algunas teorías sugieren que podrían haber sido
construidos para servir de referencia para el aterrizaje desde el cielo, lo que
sugiere aparatos voladores. Por otro lado, el hecho de que en la zona apenas
existan precipitaciones al año, unido al modo en que han sido creadas, mediante
un alto contenido en yeso, que las sujeta al terreno, demuestra que se tenía
intención de perpetuarlas durante mucho tiempo, ¿con qué objeto? Estas figuras
solo pueden ser percibidas desde una gran altura, por lo que en la más remota
antigüedad, si nos negamos a aceptar la existencia de “algo” que flote en el
aire, no serían visibles de ninguna manera, por tanto, ¿quién debía poder
reconocer los objetos representados en el suelo de aquellos parajes?
¿Sacerdotes? ¿Arquitectos? ¿Navegantes de las estrellas?
A miles de kilómetros de aquí, en el
corazón del continente africano, subyacen también las pinturas plasmadas en
gigantescas rocas, que representan figuras misteriosas de seres que no acaban
de identificarse. Hablamos de las pinturas prehistóricas del Tassili, en el
desierto del Sahara, al sudeste de Argelia, donde se ubican unas 15.000 representaciones
que guardan un extraño mensaje no descifrado. Alguien entre la comunidad de
científicos, entre los que figura el prestigioso J.J. Benítez, ha querido
reconocer en sus imágenes a unos curiosos hombres con escafandras, y es que
cuando se les observa, lo primero que viene a la mente es lo más parecido a
cosmonautas con un equipamiento similar al que llevaron los primeros americanos
que pisaron la luna.
El arte representado en el Tassili arroja
una edad aproximada de unos 12.000 años de antigüedad, lo que sugiere que
quienes lo representaron tenían un conocimiento muy avanzado de ese arte,
teniendo en cuenta que se han empleado en su creación una gran gama de colores
y pigmentos. Sabemos que la reina Hatshepsut, que reinó entre 1490 y 1468 A .C. aprox., hizo un
mítico viaje a la tierra de Punt, cerca de la actual Somalia, supuestamente
para buscar especias con las que comerciar, como incienso y mirra, pero también
llevó animales desconocidos a su tierra, además de oro, marfil, ébano, etc. Si
relacionamos el viaje con las mencionadas pinturas, apreciamos que en la zona
de El Tassili hay también representaciones de esos mismos animales, lo que
obliga a pensar que hace miles de años, el paraje fue un vergel tropical, donde
había agua, selva y vida a raudales, algo que la reina egipcia pudo conocer,
¿es posible que también conociese a los seres representados en las pinturas de
las rocas? ¿qué le llevó a hacer un
viaje tan largo a tanta distancia realmente?, se nos antoja que podría ser
posible que la reina hubiera escuchado hablar de esos supuestos seres
extraordinarios, representados en las cuevas de El Tassili, y haber aprovechado
para efectuar relaciones comerciales y diplomáticas, que estarían destinadas a
mejorar la economía egipcia, y por ende, la cultura y conocimientos egipcios
que tiempo después servirían para desarrollar su civilización. El gran secreto
a desvelar, llegado a este punto, consiste en saber si esos seres míticos
representados en las rocas de El Tassili, podrían corresponderse con los protodioses
de los que hablan las leyendas egipcias, tiempo después pintados en los
jeroglíficos de los faraones, y que podrían haber adoptado fácilmente, al
asimilar de un modo profundo la existencia de estos supuestos seres. Pero para
que esto sucediera, la reina Hatshepsut debería haberse convencido de la
autenticidad de esos dioses, ¿y qué mejor modo de hacerlo que haberlos conocido
en persona?
Para dar más fuerza a esta teoría,
debemos atender a otra leyenda que, aunque se presenta tras un cierto velo de niebla,
ha sido corroborada por investigadores que han viajado a la zona cercana a El
Tassili, y que, tras entrevistarse con algunos hechiceros de antiguas etnias
indígenas, escuchan hablar de una ancestral historia trasmitida de abuelos a
nietos, según la cual, hace miles de años, llegaron a la Tierra unos seres venidos
de la constelación de Orión, que tras mezclarse con los grupos tribales que
habitaban el lugar, les enseñaron la metalurgia, la arquitectura, las
matemáticas, la agricultura, etc., para volver de nuevo a marcharse a las
estrellas con la promesa de volver en el plazo de 2000 años, lo que constituye
un eón. Aquellos seres, llamados en lengua indígena “hombres lagarto”, a raíz
de lo que han contado los descendientes actuales de aquellos inciertos
testigos, serían los que permanecen pintados en las rocas de El Tassili, y que
casualmente, muestran imágenes que recuerdan naves espaciales, rodeadas de
otros dibujos sobre animales y árboles que igualmente existieron en aquel
remoto pasado del continente africano, razón que anima a plantearse que si
dejaron impresa la realidad de junglas y especies que habitaron la zona en
aquel entonces, ¿por qué iban a ser falsos los seres representados en la misma
fecha sobre las piedras?
Avancemos en el tiempo hasta llegar a la
época de los señores feudales, los señores de la guerra en la vieja Europa…
En muchas ciudades europeas, como fiel
reflejo de un tiempo y una época nacidos en la Alta Edad Media, muchos
investigadores han sostenido que determinadas sociedades masónicas, usando los
conocimientos traídos de oriente por los cruzados y los templarios, levantaron
grandiosas catedrales góticas como las de París, Colonia, Chartres, Reims,
Ruan, etc., y castillos como los de Normandía, Carcasona, la región del Loira
francés o las fortalezas que se extienden por el Languedoc cátaro del siglo XI,
los cuales respondían a misteriosos y caprichosos principios de ubicación,
según los cuales, sus asentamientos no se eligieron al azar, sino que se
buscaron en razón a determinadas reglas que sugerían fuerzas electromagnéticas
terrestres, o centros de poder terrenales, trasmitidos de padres a hijos desde
hacía siglos, y cuyos secretos heredados guardaron celosamente los druidas
desde las épocas más remotas. Lo más revelador de estas construcciones, como se
ha venido confirmando, es que muchas de ellas se comunicaban usando
conocimientos astronómicos, gracias a los cuales, innumerables elementos
arquitectónicos como respiraderos, ventanas o aperturas realizadas en sus elementos,
permitían usar la alineación de los astros para descubrir esos supuestos
lugares especiales. Del mismo modo, esos saberes también les permitían a sus
creadores, fabricar medios con los que comunicarse a enormes distancias
mediante señales lumínicas, configurando cinturones defensivos de seguridad,
que garantizarían frentes de dominio feudal a lo largo de miles de millas.
Teniendo en cuenta que la navegación no
descubrió el uso de la longitud geográfica hasta el siglo XVIII, para poder
establecer la posición en el mar, se nos antoja un tanto misterioso el modo en
que aquellos estudiosos que existieron entre los siglos X y XV, se anticiparan
a su tiempo plasmando su ciencia en monumentos tan ciclópeos como catedrales o
castillos, en los que además de refugiarse al amparo de vasallos del rey, para
descubrir sus logros, eran capaces de llevar a cabo proezas que aún tardarían
en la Edad Moderna
mucho tiempo en usarse de manera normal, y que consistieron precisamente en el
uso de las estrellas y sus movimientos a través de la esfera celeste,
diferenciando estaciones del año y evoluciones magnéticas y cósmicas, que les
ayudaba a fijar los puntos en que se levantarían los edificios, y el modo de
servirse de ellos con total eficacia a espaldas de una sociedad que no sabía
leer ni escribir, o que quemaba en la hoguera a quien afirmase que la Tierra no era el centro del
universo.
Hoy día sabemos que el uso del
firmamento para determinar el camino a seguir, tanto en el mar como en tierra,
es mucho más antiguo de lo que siempre se había pensado, pues ya lo usaban los
fenicios, pero traspasado el umbral del siglo VIII, en plena invasión de los
vikingos y otros pueblos del norte, el mundo comienza a sumirse en una especie
de letargo cultural, quedando a merced de grandes señores que ostentan el poder
más absoluto, impuesto a base de sangre y fuego en conspiración con la Iglesia , que además
encerrará en monasterios los libros y el saber acumulado a lo largo de siglos,
para usarlo como arma de control de pueblos ignorantes y temerosos de todo
aquello que se les quisiera trasmitir, para esclavizarles.
A pesar de ello, aquellos pueblos
que habitaban el planeta, valientes y decididos, construyeron un mundo en el
que generaciones posteriores habrían de beneficiarse de los logros que durante
más de mil años fueron la base del futuro, y que habían sido capaces de
descubrir en relación con el entorno en que vivían. El cultivo de la tierra, el
arte de la guerra, la artesanía, el uso de las estaciones del año, las
costumbres de los animales, las medicinas naturales extraídas de la madre
naturaleza, los ideales sobre el amor, la amistad, la familia, las fiestas, la
religión, el trabajo, las tradiciones heredadas…, se convirtieron también en un
gran patrimonio cultural que poco a poco fue desapareciendo, sustituido por
técnicas que han llevado a un vacío absoluto en el presente de nuestros días.
Ahora, en el moderno y tecnológico
siglo XXI, nos preguntamos qué ocurrió en ese paseo por la Historia , dónde se perdió
el legado de nuestros antepasados, en qué nos equivocamos para permitir que el
mundo antiguo se perdiera definitivamente, enterrado por ideales de ocio,
vicios, poder, y ambición sin límites, en una carrera que aboga por buscar ese
mismo poder para doblegar y dominar a las masas para beneficio de los tiranos
actuales que rigen a los pueblos, con la diferencia de que en el presente, las
sociedades, pobres y ricas, carecen de todas aquellas virtudes que en el pasado
permitían a los hombres sobrevivir y convivir, avanzar y abrir caminos nuevos,
a veces con la palabra, a veces con la espada, pero siempre con resultados que
marcaron épocas y hechos importantes, que hoy ya no existen, porque el
pensamiento dejó de funcionar hace mucho tiempo para unos y para otros.
Hay quien afirma que el mundo del
siglo XXI está dando marcha atrás, que se halla en un claro retroceso cultural
y costumbrista… ¿seremos capaces de utilizar el legado de nuestros antepasados
para volver a superarnos?, la respuesta se halla tras el velo del futuro más inmediato.
Crucemos los dedos.
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