Hay historias que nacen de un modo
extraño. Implican a las personas de una manera imprevisible, vinculando la vida
a lugares y a momentos jamás sospechados, de modo que cuando miramos atrás, nos
damos cuenta de que, sin saberlo, hemos dejado una huella imborrable.
"La
Leyenda del Capitán" nunca había llamado a la puerta para ser una
novela, aunque tenía todo el antojo de llegar a serlo. Su autor tan solo tenía
17 años cuando sus personajes asomaron por primera vez en la primavera de 1987,
del mismo modo que aparece un bebé ante los ojos de su madre. Quizá sea ésta la
razón por la que muchos escritores llaman a sus obras "sus hijos", y que
en la ley de Propiedad Intelectual, se habla de paternidad de las obras. Sin
embargo, aquellas letras, al principio con un volcado despliegue de fantasía,
estaban aún muy lejos de ser una obra literaria en sí, dado que el proyecto era
un trabajo de instituto durante el curso que íbamos a terminar, y escribir un
cuento o un pequeño relato, era el trabajo final. Es gracioso recordar que en
un aula donde estaba rodeado de 22 muchachas, siendo el único varón, surgiera
una historia de aventuras, piratas, oro enterrado.... ¿se estaban aliando todas
las emociones y los sueños de la juventud para transformarse en tinta?
Primera portada 1987 |
Había estado durante aquel curso
plasmando en los encargos solicitados, todo mi potencial para trabajar con las
descripciones, haciendo más de un monólogo relacionado con obras de grandes
autores. Mi profesor me pidió un poco más. Quería que lo sorprendiera con aquel
trabajo. Deseaba que me superase a mí mismo con el proyecto. Me dijo que sabía
que podía hacerlo, y lo hice. Aproveché los últimos fines de semana, mientras
mis hermanos y mis amigos salían de juerga, para ligar con una invasión de
jovencitas japonesas ávidas de conocer españoles, a fin de darle forma al
legajo original, sumergido totalmente en la idea, y en la creación de una nueva
obra, pero seguía siendo un simple cuento juvenil...., al fin y al cabo, era lo
que me habían solicitado para mi examen final.
No obstante, antes de aquellas
letras, había habido muchas otras más. Llevaba escribiendo desde que tenía 11
años. Era mi pequeña carrera artística, ¿casualidad?, quién sabe. Aquel año
forzosamente, parecía que se había empeñado en ponerme a prueba, ya que la
historia escrita, no quedó en el tintero, y La
Leyenda del Capitán comenzó a ser leída por el resto de los estudiantes del
instituto, tal como se lo iba pidiendo mi condescendiente profesor de literatura
a sus alumnos, primero a las chicas de mi aula, y después al resto de las otras
clases que llevaba. En aquel momento, estaba lejos de saber el impacto que
estaba llamado a producir mi curiosa obra.
Vaya, si tuviésemos que poner música
a este artículo para ambientar el momento, no sé qué melodía podríamos
elegir...., quizá la banda sonora del compositor José Nieto para aquella serie española televisada en el
año 1991, llamada Capitán Cook..., que yo siempre vería como el marco ideal
para mi historia.
Mi obra fue publicitada de manera
desinteresada por los compañeros que habían leído el legajo, que tan solo
contenía 38 páginas, 4 capítulos subtitulados y un glosario de términos
náuticos, escritos por una vieja máquina de escribir olivetti de toda la vida. Quedaban
muchos años para que llegase la época dorada de obras como La saga del capitán Alatriste, El
Código Da Vinci y otras brillantes novelas parecidas. Aún no se había dado
el pistoletazo a las grandes obras esotéricas, que tantos millones de
ejemplares han vendido en todo el mundo. Faltaría mucho para que se pusieran de
moda los bestsellers de fantasía y de Historia que hoy dominan todavía los
estantes de las librerías. Era un tiempo muy sencillo. Un tiempo de los de
antes. Cuando aún no había internet en cada hogar, ni ordenadores, ni móviles
de última generación, ni correo electrónico, ni watssapp... pero mi historia
era distinta, era emocionante. Recordaba aquellas obras clásicas de Julio
Verne, Emilio Salgari, Jack London... Todo el mundo comenzó a corear el legajo
de boca en boca, entre los distintos grupos de amigos, primero en el insti,
después en la calle, y así, mi pequeña obra, atravesó las puertas docentes, y
salió a la luz.
De mi estancia en el ejército había
dejado algunos buenos amigos, por lo que la obra original, con el dibujo de
portada que yo le había hecho, fue encuadernado con tapas de plástico, y el
diseño que le preparó mi compañero, el cabo Senén, para que quedase algo más
profesional, y que aún se conserva casi intacto. Digo casi, porque llegó a
romperse y correr el peligro de ser destruido, por lo que tiempo después, se
hizo una copia encuadernada en cartoné azul, más moderna, para evitar que se
perdiera el original.
Segunda portada 1989 |
El relato comenzó a ser leído por amigos de amigos, por los hermanos y hermanas de éstos, por las novias y novios de todos, sus familiares, sus padres, sus conocidos. Tenía que hacer un esfuerzo para seguir la pista del legajo, que en ocasiones desaparecía sin más. Mi madre me echó una pequeña bronca, diciéndome que me lo iban a robar, aunque por suerte, entonces no se robaba como se roba hoy. Mi pequeña novela corrió grupos enteros de gente a la que no conocía, y a muchos jamás les llegué a conocer, puesto que mis vínculos no alcanzaban tan lejos, pero la idea y el proyecto cautivó a centenares de personas en Ávila. Cuando salíamos los fines de semana, comencé a tener contacto con otros chicos y chicas que querían conocer al autor del legajo, y se acercaban vía amigos más cercanos, para hablar conmigo y darme la enhorabuena. Me sentía extraño, me sentía sorprendido, eufórico, me decían que mis letras se parecían a los libros que leían de otros autores en el mercado, más reconocidos, pero el poder seductor del legajo, aún no había empleado toda su fuerza, pues en un lejano futuro, también saldría de España hacia Francia.
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