Llega el anteúltimo día. Mañana nos vamos. Después de levantarme, cuando voy al pueblo a comprar un pequeño regalo para mis papis....al entrar en una tienda, lo primero que me dice la dependienta..."anda, tu eres uno de los que cantaba anoche, jo, vaya marcha teníais, estuvo genial...", no veáis lo ancho que se pone uno, je,je,je....no firmé autógrafos, pero parece que íbamos a dejar un buen recuerdo en el pueblo después de todo.
Estábamos consumiendo casi las últimas horas. Habíamos comido o mediocomido, cuando no sé cómo ni por qué comenzamos a dividirnos en dos grupos por una opinión que no acierto a recordar por qué era algo contradictoria, por lo que en un momento dado, alguno apareció con un vaso de agua y se lo arrojó a mi hermano, éste ni corto ni perezoso fue a la cocina y cogió un bol lleno de agua que se lo arrojó en mitad del pasillo al primero....después, apareció el tercer amigo y se unió a la guerra con una ensaladera llena de agua, me mojó a mi, que fui y cogí un cubo lleno volcándolo sobre los dos amigos....., éstos fueron a por otros cubos, y mi hermano y yo nos refugiamos en una habitación, con lo cual, refugiados ellos en otra, comenzó la guerra abierta, con cubos, barreños, ensaladeras, cazuelas y todo lo que pillábamos lleno de agua. La batalla dentro de la casa fue peor que en las Navas de Tolosa. Cuando alguien se asomaba, recibía de lleno una cascada que tumbaba elefantes. Avances, retrocesos, repliegues en combate, esquivos de ataques...agua y más agua a cañonazos por todas partes. No había cuartel en la contienda.
La guerra se trasladó a la calle, nosotros perdimos el terreno en la casa (como Napoleón en Arapiles), y allá continuamos arrojándonos agua en las escaleras, ellos usaban las ventanas y la puerta de entrada, nosotros cargábamos munición en el grifo del jardín y en la pila, a tiro y contratiro, hasta que volvimos a perder terreno porque ellos descubrieron una manguera en la cocina, atacándo con artillería pesada.....
El asunto es que al cabo de casi una hora, la casa estaba totalmente anegada, paredes, suelos, habitaciones, el agua chorreaba por las ventanas, y salía por la entrada cayendo por las escaleras como si fuera un río en torrente, estábamos empapados de pies a cabeza todos....Para hacer una tregua, porque estábamos agotados, decidimos darnos una vuelta por el pueblo y al rato volver, pero al regreso ellos nos esperaban junto a la manguera, de manera que la juerga terminó cuando les dijimos que nos rendíamos, de no ser así hubiéramos seguido por la noche....
Esa tarde apareció nuestra misteriosa vecina en persona, que se presentó ante los cuatro una vez se había declarado el armisticio, nos dijo que nos había estado observando y que se lo había pasado tan bien mirándonos que nos invitó a todos a un vaso de vino mientras hablaba con nosotros y nos conocía, y la verdad es que no nos pareció tan bruja como decían las marujas en el pueblo, sino todo lo contrario, aprovechó para comentar los detalles del enfrentamiento, contándonos el juicio que había hecho de él, y dando su opinión sobre quién podía haber hecho mejor combate....
Como el dinero se había vuelto a escurrir en los días anteriores, estábamos dándole vueltas al ambiente para intentar llegar al último día, pues las situaciones comenzaban a mostrar síntomas parecidos al sitio de Numancia, a mi me sorprendieron comiéndome el azúcar de la casa a puñados mientras algunos se comían unas cuántas galletas caducadas abandonadas en el rincón de un armario, de modo que más tarde, haciendo diplomacia con las chicas, logramos que nos invitasen a cenar en casa de la madre, que por cierto ignoraba que los daños de la casa ascendían a dos palos partidos en la cama, media docena de vasos rotos, las paredes empapadas y tiznadas de zapatillas, el suelo de la cocina como una cochiquera de cerdos, dos persianas caídas, el WC atrancado (esto estuvieron a punto de descubrirlo mientras nos visitaban)......uffff....realmente se iba a necesitar hacer bricolage en la vivienda.
La última noche nos acostamos pronto, había que preparar todo para iniciar la vuelta, hacer una rápida inspección para no dejarnos nada abandonado y tratar de que los indicios de nuestra estancia fuesen ocultos al menos de manera temporal.
Al día siguiente, cogimos el dinero guardado en un cajón, nos fuimos a despedir de las chicas (sin contarles los daños), y nos colocamos en la parada de autobuses con nuestras mochilas, dispuestos a volver a casa, después de aquella semana de aventuras; nos dio pena irnos, lo habíamos pasado a lo grande, aunque no sería la última escapada que haríamos, ni la última aventura parecida que íbamos a vivir.
Tengo que confesar que la aventura de Navaluenga nos enseñó cosas importantes, entre ellas que estando juntos nunca estaríamos solos, estuviésemos donde estuviésemos, y a día de hoy, después de 15 años, hemos cumplido con este principio de una manera fiel, ya que las pequeñas hazañas vividas nos ayudaron a mantenernos siempre unidos, a conocer nuestros límites y nuestras capacidades, en todo lugar y momento, mientras continuamos recordando aquella semana como si fuese ayer, y seguimos reuniéndonos de vez en cuando para revivir en nuestra memoria los escenarios protagonistas de aquellas inolvidables aventuras......
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