lunes, 4 de febrero de 2013

EL PUERTO DE SANTA MARÍA (CÁDIZ). I

           Después de que Alfonso X el Sabio tomase posesión de El Puerto de Santa María en 1268, conocida como Al-Qanatir por los musulmanes, y como Alcanate por las tropas cristianas, tras cuatro años de luchas contra el islam, la aldea asentada en el lugar que hoy ocupa la urbe, es tomada y convertida en villa altomedieval cristiana, que crece y se desarrolla en torno al Castillo de San Marcos, mezquita islámica que será transformada en iglesia por el rey, y adaptada a la nueva situación.


            Es a partir de este año, 1268, cuando se construye la primera muralla conocida que tendrá la ciudad, para defenderla de los ataques de los benimerines que llegarán más adelante, que en principio es bautizada como Santa María del Puerto por Alfonso, antes de hacer el repartimiento de la ciudad, tal como consta en la copia existente del Libro de Repartimiento de El Puerto de Santa María, conservado en el Archivo Municipal de ésta ciudad andaluza, y en la que se hace inventario de las tierras, calles y casas dejadas atrás, todo lo cual será patrimonio de distintos personajes que principalmente han participado en las batallas, y que en adelante se les conocerá con el gentilicio de porteños, nombre que más tarde pasará a denominarse portuenses, tal como se les conoce en la actualidad.

            El Castillo de San Marcos será sede del Cabildo del Puerto de Santa María, en el cual funciona el Concejo de la ciudad bajo el mando de sus corregidores, y a finales del siglo XV, principios del XVI, alcanza un auge impresionante debido al impulso del descubrimiento de América, que con el paso de los años lo convertirá en sede de la Casa de Contratación, trasladada de Sevilla a Cádiz; esto ocurre desde el año 1666, aunque no será definitivamente hasta 1717 cuando Cádiz sustituya en esta representación a la institución oficial indiana.

            El Puerto de Santa María fecha el primer mapamundi que incluye América, y durante los siglos XVI y XVII, la ciudad se convierte en base para la invernada de las Galeras Reales, además de Sede de la Capitanía General del Mar Océano, debido a las condiciones especiales que el río Guadalete proporcionan a las naves, aunque hacia 1668 las galeras son trasladadas a Cartagena por orden de la reina, esposa de Carlos II, porque la arena ha provocado que los fondos del río queden embarrancados, con el consiguiente problema de atraque para las naves, para cuya limpieza se cobraba un arbitrio del 2% aduanero sobre las mercancías de desembarco.

            Estas galeras fondeaban frente al Muelle de las Galeras, que formaban la flota que defendía la costa en el Guadalete, y en él había una fuente de la que se surtían los barcos que iban a zarpar. Junto a los muelles estaba también la Ermita de Guía, a la que se encomendaban los navegantes antes de cada expedición.

            La entrada a la bahía que daba acceso al Guadalete, lo defendía el Castillo de Santa Catalina, junto a la ermita del mismo nombre, la principal plaza de defensa, aunque había otras baterías distribuidas por la zona costera. Más adelante estaba la Ermita de San Antón, ya en la bocana del río. Desde las inmediaciones de Santa Catalina salían muchas de las expediciones que partían de la ciudad.

            El Puerto tenía una gran actividad mercantil y naviera, además de contar con una escuela de Pilotos navales, donde se forman marineros y navegantes, estando siempre por delante del resto de las ciudades portuarias. Desde aquí se fletaban barcos que recorrían las rutas de las especias, seda, etc., se tomaba el relevo a la Flota de Nueva España para el trasporte de la plata indiana hacia Génova, Venecia o Nápoles, mientras se sustituía la antigua ruta por tierra, que hizo que las galeras de Barcelona perdieran importancia en estos trasportes, los cuales serán a partir de este momento protagonizados por las naos castellanas y extranjeras que hacen la ruta del Mediterráneo.

            El Puerto era el centro neurálgico de la información política de Europa, lugar donde la gente se reunía en sus puertos, sus mercados de almoneda o sus ventas, para conocer las noticias que ocurrían en los países extranjeros, en las Indias o en la propia España, tanto de la sociedad, como del mar o de la Corte.

            En el Puerto se construyeron una gran multitud de palacios renacentistas, a raíz del auge comercial alcanzado por la ciudad, repartidos por todo el casco, tanto a orillas del río Guadalete, que en el siglo XV corría sin canalizar, como en el centro de la ciudad. Para ello, se tomaron materiales de arenisca provenientes de las canteras de la sierra de San Cristóbal, al norte de la provincia, lugar que surtió igualmente piedra para construir el Castillo de San Marcos y la Iglesia Prioral de Nuestra Señora de los Milagros, que estaba en el centro de la ciudad y a ella estaban ligados los miembros más importantes del Concejo y el gobierno de la villa, entre los que se hallaban Diego y Charles de Valera, de la familia Valera, una de las más importantes entre los Cargadores a Indias del Puerto de Santa María. En la Sierra de San Cristóbal se encontraba también la Ermita de Sidueña, y en lo alto de la zona ribereña había una posada del siglo XV, llamada Posada del Toro, que pertenecía  a la familia de los Varela.

            En aquella época, las calles tenían denominaciones distintas, lo que en ocasiones ha producido dificultades a la hora de investigar la ubicación de un lugar, o el estudio de una familia que está ligada a una dirección concreta en los manuscritos antiguos. Las aguas sucias que discurrían por la ciudad, corrían bajo la calle Ganado, que hoy existe todavía con su nombre. Otra calle era la calle Larga, que atravesaba el centro del casco urbano, y dividía la ciudad, pero en el casco encontramos otras calles importantes como la calle del Arco, que atravesaba una puerta en los restos de la muralla, pasando junto al antiguo palacio de los Duques de Medinaceli, hoy convertido en bodegas. Otras calles desaparecidas son la calle Vicario, Dulce Nombre de Jesús, calle del muro o Tripería.

            El colectivo de Cargadores a Indias se hizo fuerte en el siglo XVII, al llegar comerciantes que hicieron prosperar El Puerto de Santa María. Muchos eran vascos o navarros, y los que procedían de Santander o Cantabria, por ejemplo, eran conocidos con el nombre de montañeses, pero también había italianos, flamencos o genoveses.

miércoles, 16 de enero de 2013

Himno de los Tercios.



          Hace siglos, nuestros antepasados conocieron una España que no tiene nada que ver con ésta. Una España en la que los hombres creían en su país, una España en la que los hombres eran valientes, arrojados, leales, entregados, una España que creció como Imperio ante los asombrados ojos de los hombres que habitaban el planeta, la auténtica España, aquella España de su glorioso pasado....la España de los Tercios.

          Y aunque aquellos españoles pecaron de ingenuos frecuentemente, en alguna ocasión de presuntuosos, el mismo orgullo y sentido del honor que les caracterizaba, configuraba su carácter alegre y su gran corazón, amén de sus capacidades para lograr lo imposible y para levantar vida allí donde solo existía desierto....

           Este fue nuestro símbolo, nuestra bandera, el pabellón de Borgoña o de San Andrés, estandarte que hacía temblar donde se mostraba, que guiaba a los ejércitos a través de océanos, reinos y tierras, aceptando el frío, el dolor y la muerte, a costa de la obediencia y la lealtad de sus falanges.

            Eran los Tercios, era el Imperio español.......


jueves, 3 de enero de 2013

LA AVENTURA DE NAVALUENGA.- CAP. 7


 Llega el anteúltimo día. Mañana nos vamos. Después de levantarme, cuando voy al pueblo a comprar un pequeño regalo para mis papis....al entrar en una tienda, lo primero que me dice la dependienta..."anda, tu eres uno de los que cantaba anoche, jo, vaya marcha teníais, estuvo genial...", no veáis lo ancho que se pone uno, je,je,je....no firmé autógrafos, pero parece que íbamos a dejar un buen recuerdo en el pueblo después de todo.

Estábamos consumiendo casi las últimas horas. Habíamos comido o mediocomido, cuando no sé cómo ni por qué comenzamos a dividirnos en dos grupos por una opinión que no acierto a recordar por qué era algo contradictoria, por lo que en un momento dado, alguno apareció con un vaso de agua y se lo arrojó a mi hermano, éste ni corto ni perezoso fue a la cocina y cogió un bol lleno de agua que se lo arrojó en mitad del pasillo al primero....después, apareció el tercer amigo y se unió a la guerra con una ensaladera llena de agua, me mojó a mi, que fui y cogí un cubo lleno volcándolo sobre los dos amigos....., éstos fueron a por otros cubos, y mi hermano y yo nos refugiamos en una habitación, con lo cual, refugiados ellos en otra, comenzó la guerra abierta, con cubos, barreños, ensaladeras, cazuelas y todo lo que pillábamos lleno de agua. La batalla dentro de la casa fue peor que en las Navas de Tolosa. Cuando alguien se asomaba, recibía de lleno una cascada que tumbaba elefantes. Avances, retrocesos, repliegues en combate, esquivos de ataques...agua y más agua a cañonazos por todas partes. No había cuartel en la contienda.

La guerra se trasladó a la calle, nosotros perdimos el terreno en la casa (como Napoleón en Arapiles), y allá continuamos arrojándonos agua en las escaleras, ellos usaban las ventanas y la puerta de entrada,  nosotros cargábamos munición en el grifo del jardín y en la pila, a tiro y contratiro, hasta que volvimos a perder terreno porque ellos descubrieron una manguera  en la cocina, atacándo con artillería pesada.....

El asunto es que al cabo de casi una hora, la casa estaba totalmente anegada, paredes, suelos, habitaciones, el agua chorreaba por las ventanas, y salía por la entrada cayendo por las escaleras como si fuera un río en torrente, estábamos empapados de pies a cabeza todos....Para hacer una tregua, porque estábamos agotados, decidimos darnos una vuelta por el pueblo y al rato volver, pero al regreso ellos nos esperaban junto a la manguera, de manera que la juerga terminó cuando les dijimos que nos rendíamos, de no ser así hubiéramos seguido por la noche....

Esa tarde apareció nuestra misteriosa vecina en persona, que se presentó ante los cuatro una vez se había declarado el armisticio, nos dijo que nos había estado observando y que se lo había pasado tan bien mirándonos que nos invitó a todos a un vaso de vino mientras hablaba con nosotros y nos conocía, y la verdad es que no nos pareció tan bruja como decían las marujas en el pueblo, sino todo lo contrario, aprovechó para comentar los detalles del enfrentamiento, contándonos el juicio que había hecho de él, y dando su opinión sobre quién podía haber hecho mejor combate....

Como el dinero se había vuelto a escurrir en los días anteriores, estábamos dándole vueltas al ambiente para intentar llegar al último día, pues las situaciones comenzaban a mostrar síntomas parecidos al sitio de Numancia, a mi me sorprendieron comiéndome el azúcar de la casa a puñados mientras algunos se comían unas cuántas galletas caducadas abandonadas en el rincón de un armario, de modo que más tarde, haciendo diplomacia con las chicas, logramos que nos invitasen a cenar en casa de la madre, que por cierto ignoraba que los daños de la casa ascendían a dos palos partidos en la cama, media docena de vasos rotos, las paredes empapadas y tiznadas de zapatillas, el suelo de la cocina como una cochiquera de cerdos, dos persianas caídas, el WC atrancado (esto estuvieron a punto de descubrirlo mientras nos visitaban)......uffff....realmente se iba a necesitar hacer bricolage en la vivienda.

La última noche nos acostamos pronto, había que preparar todo para iniciar la vuelta, hacer una rápida inspección para no dejarnos nada abandonado y tratar de que los indicios de nuestra estancia fuesen ocultos al menos de manera temporal.

Al día siguiente, cogimos el dinero guardado en un cajón, nos fuimos a despedir de las chicas (sin contarles los daños), y nos colocamos en la parada de autobuses con nuestras mochilas, dispuestos a volver a casa, después de aquella semana de aventuras; nos dio pena irnos, lo habíamos pasado a lo grande, aunque no sería la última escapada que haríamos, ni la última aventura parecida que íbamos a vivir.

Tengo que confesar que la aventura de Navaluenga nos enseñó cosas importantes, entre ellas que estando juntos nunca estaríamos solos, estuviésemos donde estuviésemos, y a día de hoy, después de 15 años, hemos cumplido con este principio de una manera fiel, ya que las pequeñas hazañas vividas nos ayudaron a mantenernos siempre unidos, a conocer nuestros límites y nuestras capacidades, en todo lugar y momento, mientras continuamos recordando aquella semana como si fuese ayer, y seguimos reuniéndonos de vez en cuando para revivir en nuestra memoria los escenarios protagonistas de aquellas inolvidables aventuras......



martes, 25 de diciembre de 2012

LA AVENTURA DE NAVALUENGA.- CAP. 6

Cuando salimos aquella noche, fuimos a buscar a las chicas, y volvimos para entrar en la discoteca, pero entre el aspecto que llevábamos y que cobraban la entrada (mi amiga no aparecía por ningún lado), nos quedamos en la calle, sin un duro y sin saber qué hacer...., sin embargo, éramos conscientes de nuestras capacidades de supervivencia, y como estábamos de aventuras no íbamos a naufragar tan pronto, por lo que se nos ocurrió que a lo mejor podíamos colarnos en la discoteca escalando alguno de los muros que la rodeaban, ya que ésta se encontraba en una finca que tenía calles por los cuatro lados......

Ni cortos ni perezosos, rodeamos la finca buscando el punto más débil. Desde fuera escuchábamos la música y la gente en su interior, pero no podíamos ver nada porque eran altos, así que llegamos a un callejón muy estrecho situado en el lado opuesto a la entrada, que tenía una pequeña fila de piedras en el suelo a las que pudimos subirnos. Varios niños que nos observaron se sumaron a nuestra idea engrosando el número de intrusos que pretendían colarse en el baile. Estábamos contentos de haber podido escalar el muro, pero cuando nos asomamos......¡sorpresa!, habíamos ido a elegir justo el lado en el que estaba la orquesta tocando, de modo que cuando nuestros medios cuerpos asomaron a lo alto del muro, todo el mundo nos descubrió y empezó a apuntarnos, mientras alguno de los niños incluso les saludaba alegremente. Alguno de los músicos llegó a mirar atrás para ver qué coños pasaba a sus espaldas...., de ésta manera aparecimos una docena de gente en el muro..... Fue en esos momentos cuando observamos al vigilante se seguridad que al descubrirnos salía de estampida a la calle, por lo que tuvimos que salir como Speede Gonzalez con el gato...., como siempre, corriendo como alma que lleva al diablo...., mientras los niños se desparramaban por  todas las calles del pueblo gritando.

Atravesamos calles y calles riendo como posesos, y fuimos hasta la plaza del pueblo, donde me reencontré con un amigo que se había licenciado del ejército un mes antes que yo, nos llevábamos de puta madre, estaba con sus hermanos y sus amigos, por lo que nos unimos al grupo, nos invitaron a beber cerveza, y pudimos recomponer fuerzas.....

Dijeron que se iban a otro sitio, y como nos cortaba ir sin poder invitar, nos quedamos y nos pusimos a darle a la imaginación para conseguir beber esa noche al precio que fuera...... Entonces, se nos ocurrió acercarnos a la calle más concurrida de bares y tocar la guitarra para sacar dinero, así lo hicimos, por lo que después de buscarnos un buen rincón y acomodarnos, empezó a sonar la música mientras cantábamos canciones de los chichos, los beatles y otras, primero sentados en una de las calles cercanas a la plaza, después paseando por las terrazas de los bares, al tiempo que pasábamos mi gorra negra marinera (aún conservo en casa esa gorra como recuerdo de mil aventuras....), para que las personas echasen monedas dentro. La gente nos miraba con una mala ostia que no veáis, como diciendo ¿y estos jilipoyas qué es lo que quieren echándole tanto morro?, mis amigos iban por la acera y yo me metía entre las mesas, poniendo la gorra delante de los sorprendidos turistas...., aunque me entraba la risa y al final no era capaz de engañar, mis amigos me decían “pero no te rías, joder”, si es hoy me dan bofetadas hasta en el titulo de patrón, ja,ja,ja....., todavía alguna churry a la que le hicimos gracia nos echó alguna monedilla....pero como no cayó mucho nos fuimos al puente del río, y en el camino seguimos cantando con la guitarra, con tan mala suerte que nos cruzamos con unos gitanos en una calle que hacían lo mismo que nosotros, y ya nos miraban con aire asesino, cuando decidimos irnos.....

Casi desesperados llegamos al puente del río. Para entretenernos fuimos a un bar de verano de las cercanías, allí nos encontramos de nuevo a las chicas (que se fueron cuando lo de la discoteca), y a sus hermanas mayores con sus amigas....aunque de momento no nos hicieron mucho caso, por lo que seguimos río arriba hasta llegar a un local que se llamaba el Arlequín, ya no sé si existirá, es un bar de verano muy grande, que tenía una terraza interna con mesas bastante amplia, donde entramos, nos sentamos y comenzamos a tocar cantando canciones de los beatles que se nos daba bien, también de los chichos, leño, tequila y de otros grupos....

De pronto, la gente que paseaba por las orillas del río, cuando escuchaba música, entraba en el local pensando que había alguna fiesta, y como estaban ya dentro se sentaban en la terraza pidiendo consumición, sin dejar de prestarnos atención,  y el local se atiborró de personas, que comenzaron a mirarnos mientras tocábamos como si ahora fuésemos nosotros los músicos. Cuando el dueño lo vió nos trajo dos vasos grandes de 2 litros llenos de agua de Valencia y nos dijo "venga, chavales, seguir que lo estáis haciendo de puta madre", por lo que la gente empezó a gritarnos las canciones que querían que tocásemos, y nosotros tan cumplidores, lo hacíamos, luego nos aplaudían.

De pronto empezamos a pasar la gorra por el local, justo cuando las hermanas mayores de nuestras amigas también entraban en el bar de verano, la gorra llegó a despistarse sin saber dónde estaba, y cuando hizo la primera ronda, había montones de monedas y algún billete....seguimos cantando y cantando, la gente aplaudía, pedía canciones, la hermana más mayor de nuestra casera dijo que si cantábamos la canción de los Chichos Heroína, sus novios nos echaban bien de dinero, y la canción nos quedó "bordá".....la gorra volvió a circular, y regresó con otro montón de monedas, nos mirábamos y no podíamos creer lo que estaba pasando....

Después entraron en el bar de verano mi amigo de la mili y sus amigos que venían de ganar un partido de futbol en las fiestas, con el trofeo y todo, nos invitaron para celebrarlo, pidieron cerveza, más agua de Valencia, cubatas....nos sentamos con ellos mientras seguíamos cantando, la cogorza que nos cogimos no entra en los anales de la Historia, de madrugada salimos tajaítos perdidos con todos los amigos, íbamos todos unidos por los brazos cantando la canción esa que dice..."la infanta doña Elvira, se tocaba el chiriví con una lira, la infanta doña Isabel, se tocaba el chiriví con un clavel, ay que ver con las infantas, como abusan del aroma de las plantas, y eso está muy bien.....

No recuerdo a qué hora llegamos a casa, solo recuerdo que al volver, acompañamos a casa a nuestra amiga la casera, y delante de la puerta, mientras mi amigo tocaba la guitarra los demás cantábamos canciones del rocío y ella bailaba....en mitad de la calle del pueblo....

También al regresar me encontré con mi amiga Inmaculada, que lógicamente también volvía a casa, y me hicieron ir a acompañarla mientras soltaban indirectas para que fuera "especialmente cariñoso" en la puerta....aunque eso hubiera estropeado la amistad....

Cuando llegamos a casa estábamos para el arrastre pero teníamos una fortuna que nos permitió comer, beber y salir al día siguiente a lo grande.....aunque aún no acabaron las aventuras....(continuará).

martes, 18 de diciembre de 2012


¡FELICES FIESTAS Y FELIZ AÑO NUEVO 2013! para todos mis lectores y amigos, así como para el resto del mundo....espero que el nuevo año os traiga mucha felicidad y que se cumplan todos vuestros sueños......muchas gracias de todo corazón, a todos los que visitáis este espacio....un fuerte abrazo de este escritor.

Fernando.

domingo, 2 de diciembre de 2012

LA AVENTURA DE NAVALUENGA.- CAP. 5

Mañana rutinaria de río, paseos y reportaje de víveres, perteneciente al cuarto día de campaña. Después de comer compartimos con los amigos de nuestras amigas, un partido de pelota vasca en un polideportivo, en la que yo no puedo decir que estuviese a la altura, lo cierto es que nunca he sido precisamente olímpico en este deporte, aunque confieso que uno de los amigos hizo lo que pudo porque yo participase en mis turnos, mostrando una forma de ser bastante sociable y abierta que nunca he olvidado. Aquella tarde vinieron las chicas a buscarnos, porque habían decidido compartir con nosotros el placer de conocer sus posesiones en el reino de Navaluenga, que siempre es de agradecer, paraje en el que el abuelo de la familia disfrutaba de un huerto y un rincón donde perderse, por lo tanto, la lindísima hermana mayor de nuestra anfitriona, se ofreció para acercarnos con su coche, ya que había que subir una montaña, y las delicadas damiselas no estaban dispuestas a sudar tanto. Cuando la cabeza de familia nos recogió, nos fuimos todos a la cabaña de la sierra. He de dejar constancia de que el lugar era realmente de ensueño, ubicado en lo más profundo de la agreste sierra, escondido entre frondosas arboledas gigantescas, bosques de ortigas (de las que fui víctima a conciencia), y un caudaloso arroyo que arrastraba sus aguas por las enormes peñas abajo con ímpetu y belleza.

Al llegar al río, que era bien ancho en el punto por donde la vereda circulaba, había que cruzar saltando por unas piedras, aunque éstas tenían su misterio porque no estaban muy juntas, ya que no era el puente de San Francisco, hemos de recordar que entonces corrían los ríos en verano, y éste llevaba buena corriente. A la hermosa hermana mayor de nuestra amiga, le daba miedo cruzar, y yo, tan caballeroso siempre, me ofrecí para ayudarla, con tan buena suerte que al hacerlo caí al río como Dios manda......, así me sorprendí metido en el agua hasta las rodillas mientras era espectador de las risas de mis amigos....Como ya estaba dentro del río, me fui a la orilla y traté de cruzar a la jefa en brazos (contando con que ella se agarraría bien para no caerse), y después al resto de las chicas una por una, caminando por dentro del agua, pero les había asustado tanto mi caída que se negaron en redondo a usar semejante medio de trasporte, y optaron por cruzar con ayuda de palos para no sufrir la misma suerte que yo en mi aventura náutica.....Una vez en la cabaña, la rubia dijo que se marchaba y que en un par de horas venía a buscarnos de nuevo con el coche, el resto de las féminas nos sacó un aguardiente casero del abuelo que quitaba la respiración, orujo de más de 50 grados, como lo que bebían antiguamente en los pueblos para desayunar, y nos pusimos todos como motos....; cuando caía el sol volvimos al punto de encuentro para tomar el coche, mis pantalones estaban empapados igual que las zapatillas, pero el sol les iba secando poco a poco; mientras la rubia volvía a buscarnos, encontré un palo entre los arbustos que me dediqué a tallar al estilo maorí con mi cuchillo, es curioso, quedó convertido en un hermoso souvenir, lleno de imágenes y bajorrelieves, pero este palo quedó allá en Navaluenga como huella de nuestro paso......siempre me pregunté qué pensaría de él quien lo encontrase en la casa, colgado de la farola exterior que estaba junto a la ventana de la cocina.

Al volver a casa, nos repartimos por las habitaciones haraganeando para hacer tiempo, y en un momento que coincidimos todos en la cocina, para hacer planes, apareció un grupo de 2 o 3 niños que pasaban abajo por la calle caminando. No recuerdo bien quién dijo algo a uno de los niños, que le animó a comenzar a vacilarnos con descaro, y entonces mi hermano, que tenía una navaja automática en las manos, con la que se entretenía abriendo y cerrando, se la enseñó, a lo cual el niño salió corriendo mientras gritaba...¡mamá, mamá, que me quieren matar....! y nosotros nos rompíamos las mandíbulas. El caso es que al poco tiempo vemos aparecer de nuevo al niño en la calle en compañía de su madre, una hermosa madrileña morena de pelo largo, bien vestida y mejor arreglada, a la que el niño contaba que éramos nosotros los asesinos, apuntando con el dedo. La madre nos interrogó mientras nosotros decíamos ¿qué? ¿cómo que una navaja? no sabemos nada.....La madre se llevó al muchacho y mientras regresaban, el niño miraba atrás y nosotros nos llevábamos el dedo al cuello haciendo un movimiento transversal, como indicando que se lo íbamos a cortar....a lo que el niño se agarraba fuerte al brazo de la madre diciendo ¡míralos, mamá, míralos...!, y nosotros nos tronchábamos de risa...., sin embargo, de nuevo teníamos los problemas de la economía, que nos amenazaba con hacernos pasar hambre, ya que aquella noche no sabíamos qué es lo que íbamos a cenar, porque la despensa estaba completamente vacía....

Hay quien dice que cuando las cosas se ponen feas, no hay mejor forma de encontrar la solución que dar un paseo por el campo, y si es en compañía, mejor, de manera que aquella tarde, antes de ir a cenar con las chicas, nos propusimos relajarnos un poquito y visitar un cercano bosque de robles que había a las afueras del pueblo, y que bajo la luz de un cielo gris plomizo mostraba una de las estampas más maravillosas que para un bohemio como yo, pudieran quedar grabadas en la memoria. El asunto es que caminando llegamos a un rincón rodeado de una valla de piedra, que servía de cerramiento a un prado de pastos, y al pasear encontramos en el suelo la página perdida de una revista mostrando la mitad superior de una mujer desnuda.....ignoro si se trataba de la revista Playboy, Lib, Penthouse o cualquiera de sus primas. Carlitos y mi hermano decidieron marcharse a la casa, aunque no recuerdo qué asunto les movió a dejarnos a Toño y a mí en el lugar.

Una vez solos como dos náufragos, nosotros decidimos esperarlos buscando la otra mitad de la hoja perdida (cosas que a uno se le ocurren cuando tiene que esperar y no hay otra cosa delante que una mujer en pelotas....), así que ni cortos ni perezosos, comenzamos a explorar la tupida alfombra de hojarasca espesa que se cernía por todo el lugar, moviendo con las botas las ramas y hojas apretadas. Al llegar a un punto de la valla de piedra, mientras mis pies peinaban las olas de hojarasca, toparon con algo que emitía un tintineo misterioso.

 Desenterrado el enigmático objeto, resultó ser una redecilla que contenía al menos 20 cascos de vidrio de distintas botellas, lo cual fue lo mismo que estar en alta mar perdido, y de pronto descubrir tierra a lo lejos...¿que por qué?, es sencillo.... En aquel tiempo, algunos comercios reciclaban los cascos de botellas, pagando a quien los aportase la nada despreciable cantidad, para nosotros, de 25 pesetas por casco, lo que hacía alrededor de 500 pesetas de la época. Toño y yo cogimos el hallazgo y corrimos como locos a avisar al resto. Habíamos encontrado un tesoro que nos permitiría merendar esa tarde de manera suculenta. Cambiamos los cascos en la tienda que había debajo de nuestra casa, y después visitamos el supermercado. Comimos como el rey Midas, y además nos sobró dinero para salir por la noche a tomar algo modesto, pero algo al fin y al cabo....no penséis mal, es que había que celebrarlo de alguna manera. Todo gracias al seductor cuerpo de una modelo que nos esperaba en el bosque. Pero aquello solo fué una solución temporal, y aún debíamos sobrevivir más de 48 horas.... La jornada del día siguiente sería relevante, y se podría decir que contiene lo mejor de esta historia…..algo que ha roto las barreras del tiempo entre los amigos y que dio nombre propio a la aventura.(Continuará).

lunes, 26 de noviembre de 2012

ESCÚCHAME...



"Lucha con la fuerza del tigre, vuela tan alto como el águila, sé tan fiel y valiente como el perro y algún día te sentirás orgulloso de vivir".

                                                                                         Fernando García de Frutos